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Sobreviviente de Los Andes: "Todos tenemos montañas en la vida"

20/10/2018 00:00 Santiago
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Sobreviviente de Los Andes: "Todos tenemos montañas en la vida" Sobreviviente de Los Andes: "Todos tenemos montañas en la vida"

Antonio "Tintín" Vizintín, uno de los sobrevivientes de la tragedia de Los Andes que sucedió el 13 de octubre de 1972, cuando el avión uruguayo que transportaba un equipo de rugby se estrelló en los picos nevados, brindó anoche en los salones del Santiago Lawn Tennis Club una charla testimonial acerca de lo vivido durante más de 70 días. Previo a contar su experiencia a los santiagueños, brindó una entrevista reveladora a EL LIBERAL.

¿Qué enseñanzas le dejó aquella tragedia?

La enseñanza que nos dejó es que aplicamos lo que aprendimos en el colegio en cuanto al rugby. El rugby, para nosotros, fue fundamental en el sentido de que nos dio eso que habitualmente se habla de trabajo en equipo, algo que naturalmente lo tuvimos. Al principio tuvimos a nuestro capitán, quien fue el que ordenó todo, pero siempre hubo un equipo trabajando, un equipo de rugby que estuvo trabajando para hacer distintas cosas. El rugby, como deporte moderador y educador, nos permite meternos en el esfuerzo y en la disciplina, que fueron cosas fundamentales allá arriba (en la Cordillera). Dimos todo lo que pudimos dar y callados, siendo humildes en el sufrimiento justamente que fue lo que mucho tuvimos allá. Tuvimos la suerte de salir del lugar, pero fue un gran trabajo de todos los que estuvieron en la montaña que dieron un 100% de lo que tenían para dar para poder salir. Todos tenemos montañas en la vida. Cada uno tiene su propia cordillera por delante, como nosotros lo tuvimos. Como en las grandes montañas, se sube paso a paso haciendo cosas todos los días. Cuando tenemos un gran problema, lo mejor es empezar a movernos despacito para solucionar ese problema.

¿Hubo momentos en que flaquearon?

Eso lo tenés grabado a fuego, no lo elegís. Muchas veces hablo de que en el colegio de curas irlandeses, que eran muy estrictos, era como que pusieron dentro de una alcancía una cantidad de monedas que capaz que las necesitabas en tu vida una reserva, por así decirlo. Nosotros, en el momento que lo necesitamos justamente la tuvimos, que fueron todos esos valores de amistad, de esfuerzo, de disciplina, de compañerismo, de solidaridad. Nosotros lo aplicamos naturalmente y con un gran trabajo en equipo para poder vivir. No te olvides que al principio eran 28 vivos, después quedaron 18 y después 16. Había que tener una serie de normas. Por eso, hablamos de que el equipo se va transformando en una sociedad, en la sociedad de la nieve, con sus normas y un montón de cosas que hicieron posible la convivencia de tanta gente en la montaña. Lo vivido no es una pesadilla, es parte de mi vida. No es una historia de grandes liderazgos, es una historia de grandes fracasos. No es una historia de éxitos, ¿por qué?, porque fracasamos una cantidad de veces. Fracasamos en una cantidad de expediciones. Hubo hasta ocho expediciones antes de que estuviera la expedición final que fue la que tuvo éxito. De cada una de esas expediciones se fue aprendiendo, se fue dominando ese medio ambiente hostil para nosotros.

¿Se logra superar definitivamente eso con el tiempo?

Con el tiempo y con la honestidad como se plantearon las cosas, con la tranquilidad de que no se le hizo mal a nadie; al revés, se trató de consolar a todos los que sobrevivieron. Hubo una gran solidaridad, una gran fraternidad. Entonces, no tenés nada de qué arrepentirte de lo que pasó. Las reglas fueron parejas para todos. En el momento en que nos tuvimos que alimentar con nuestros compañeros se hizo un pacto que los que estaban vivos debían seguir vivos, alimentándose con los compañeros muertos. No hay reproches en eso.

¿Cómo toma al tema del canibalismo que, en ese momento, generó un gran debate?

Fue una decisión muy difícil que hubo que tomar allá arriba. Todas las circunstancias nos fueron llevando, nos fueron metiendo como dentro de un embudo. Es decir, a medida que pasa el tiempo te aumenta la cantidad de hambre que tenés porque no comíamos absolutamente nada, comíamos nieve, galletitas y la pasta de diente, pero eso no te mantenía vivo. Hubo un momento en que se tuvo que tomar la decisión de o sigo vivo o me muero. El instinto de supervivencia, la razón te lleva a que te des cuenta que la única solución era esa. Quizás fue lo más espectacular, pero para nosotros fue una decisión más y no de las más importantes sino de las más difíciles.

¿Quién tomó esa decisión?

La decisión la plantean los primos Strauch, nuestro capitán Marcelo Pérez del Castillo que vivió hasta el alud, que fue al décimo día. Viene y nos dice: ‘Muchachos, así como estamos no vamos a poder seguir vivos. No estamos comiendo nada y estamos perdiendo mucho peso y va a llegar un punto en que va a ser imposible revertirlo’. Fue brutal sentir eso. Me están diciendo que me tengo que alimentar con un compañero mío de clase, con alguien que entrenó la semana anterior, con el que tengo una gran amistad. No sólo estabas venciendo un tabú, porque no era un Juan de los Palotes el que estaba ahí, sino que era un compañero tuyo y sabías como se llamaba. Con toda esa dureza de la cuestión hubo que tomar la decisión. Y se la tomó.

¿Cómo se enfrenta hoy con los familiares de esos muertos?

Con una tranquilidad brutal. Tranquilidad en el sentido de que se hizo lo que se tenía que hacer. Fue un pacto que hicimos entre todos. Es una cosa que no hay reproches. No hicimos nada de lo que nos podamos arrepentir. Después, por otro lado, si lo quieres ver del lado católico, cristiano, por así decirlo, lo que importa es el alma y no el cuerpo. En definitiva, esos cuerpos habían perdido su alma, habían dejado de ser vivos y, por lo tanto, eran algo con los que nos alimentamos.

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