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EL LIBERAL . El Evangelio

Jesús, ten compasión de mí

27/10/2018 22:25 El Evangelio
Escuchar:

Jesús, ten compasión de mí Jesús, ten compasión de mí

Ya al comienzo, Marcos

prepara la escena que

le da contexto al relato:

“Al salir de Jericó, acompañado

por sus discípulos

y de una muchedumbre

numerosa”. La idea

es ubicar esta curación

en el camino de Jesús a

Jerusalén, donde va a sufrir

la muerte.

Este hombre ciego,

representa a los miles de

hombres y mujeres que

en tiempos de Jesús sufrían

situaciones de exclusión,

de estigmatización

social, cultural

y religiosa. Abandonados

por la sociedad y por

Dios; imposibilitados de

vivir de su propio esfuerzo

y de profesar su fe en

el Dios de los padres.

Al salir de Jericó, un

ciego mendigo se entera

de que Jesús pasa por

allí y comienza a gritarle:

“Hijo de David, Jesús,

ten compasión de mí”. él

conoce a Jesús, ha escuchado

hablar de él y de

los signos que realizaba,

por eso su insistente grito

de súplica. Cree que

Jesús podrá aliviarle el

dolor, animarlo en la esperanza,

ayudarlo a retomar

el camino.

Sus insistentes gritos

de auxilio, a pesar de que

algunos quieren callarlo,

logran que Jesús lo

escuche y se detenga. El

maestro, ordena que lo

llamen. “¡ánimo, levántate¡

El te llama”. El ciego

arrojando su manto,

se puso de pie de un salto

y fue hacia él. Jesús le dijo:

“¿Qué quieres que haga

por ti?” El respondió:

que yo pueda ver. Jesús

le dijo: “Vete, tu fe te ha

salvado”.

“Enseguida comenzó

a ver y lo siguió por el camino”.

El encuentro con

Jesús y su gesto curativo

le devuelven la esperanza.

Ahora no estará más

condenado al aislamiento

y la soledad, ha recobrado

la libertad, puede

transitar por la vida

como un hombre libre y

digno. Ya no le hará falta

ir al templo para ser considerado

un israelita fiel,

ahora camina junto a Jesús

hacia la Pascua.

Conclusión

Hoy también hay miles

de hermanos en nuestra

sociedad argentina

que padecen hambre y

exclusión y se ven obligados

a pedir dádivas

siendo que les corresponde

por derecho acceder

a los bienes de la vida.

Muchos de ellos son

hombres y mujeres de fe

profunda, seguidores de

Jesús y miembros de su

Iglesia. A pesar de su sufrimiento

no le cierran el

corazón a Dios, todo lo

contrario, caminan junto

a Jesús cargando la cruz

de sus desdichas con la

esperanza de que el Reino

de amor y justicia se

instale finalmente entre

nosotros. Así como el

ciego de Jericó es modelo

de creyente no sólo por

su fe inquebrantable sino

además porque sigue

a Jesús hacia su Pascua,

de igual manera muchos

de estos hermanos pobres

son un ejemplo de

fe que renueva a la Iglesia

y la comprometen a

ser un signo profético de

justicia y equidad en el

hoy de nuestra historia.

Escuchar su clamor, estar

atentos a sus gritos

de súplica es parte insoslayable

de la misión de la

Iglesia, que como Jesús,

debe ser instrumento de

misericordia que sana,

salva y ayuda a recuperar

la dignidad perdida.

El compromiso de justicia

con los excluidos es

un signo creíble de pertenencia

y fidelidad a Jesús

y su Iglesia.

En esto se juega

su credibilidad

y su futuro.

Lo que debes saber
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