No hay otro mandamiento que el amor No hay otro mandamiento que el amor
No caben dudas de
que este diálogo entre el
maestro de la Ley y Jesús
más que remontarse
al Jesús histórico, manifiesta
una situación de la
comunidad de Marcos.
Dicha comunidad estaba
integrada por cristianos
venidos del paganismo,
en su mayoría,
que convivían con otros
de procedencia judía.
En el seno de la comunidad,
podrían coexistir
dos modelos de
Iglesia: uno, de procedencia
judía, con pretensiones
de fundamentar
la práctica comunitaria
sobre la base
de preceptos, diríamos
más legalista y otro, de
procedencia helénica,
que entendía que la comunidad
a partir de la
Resurrección de Jesús,
debía estar más liberada
de tantos preceptos
y centrarse en los más
importantes: el amor a
Dios y al prójimo.
La comunidad reconoce
su procedencia del
Judaísmo, pero a la vez,
está abierta a la novedad
del Reino que anunció
e instauró Jesús.
El Escriba pregunta
a Jesús cuál es el primero
de todos los mandamientos,
no sólo los
de la Tabla de la Ley sino
que incluye a los 613
preceptos del AT. La
respuesta de Jesús combina
dos citas del AT (Dt
6, 4-5 y Lv 19, 8) que hablan
del amor a Dios
con todo el ser y el amor
al prójimo. Ambos preceptos
son signos que
distinguen el ministerio
de Jesús. Su actitud
orante, el discernimiento
y obediencia a la voluntad
del Padre y la
compasión solidaria con
los pobres, manifiestan
su condición filial única
y original y el espíritu
de fraternidad que sana
e incluye a los últimos
de la sociedad.
Jesús, lejos de reproducir
un modelo de religión
monoteísta rígido
y discriminatorio, fundado
en prescripciones
legales, nos enseña que
la verdadera religión
se basa en el amor filial
a Dios, que es Padre
de todos, y en el amor
al prójimo, que según
el texto de Lc 10, 25-37
significa auxiliar y solidarizarse
con los caídos
en el camino de la vida,
aunque no pertenezcan
a nuestro círculo.
Poner en práctica,
vivir estos dos mandamientos
es mucho más
importante que participar
de prácticas culturales,
que muchas veces
nada tienen que ver con
el seguimiento de Jesús.
Conclusión
El evangelista Juan
nos dice que Dios es
amor y que el que ama
ha nacido de Dios y conoce
a Dios. éste es el
mejor programa para
la comunidad de discípulos:
amar hasta dar
la vida. Y como, según
San Pablo, el amor no
pasará jamás, es decir,
es eterno, cuando amamos,
sirviendo a los hermanos,
estamos introduciendo
en el tiempo,
algo de eternidad, en la
tierra algo de cielo. Sólo
el amor nos permite salir
de la auto referencialidad
para experimentar
en los demás la misericordia
de Dios, sanando,
alentando a los
tristes, levantando a los
caídos, perdonando, haciendo
de este mundo
un hogar de amor y comunión
para todos.