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EL LIBERAL . Santiago

Ansiedad, depresión y estrés afectan el corazón

09/12/2018 00:00 Santiago
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Ansiedad, depresión y estrés afectan el corazón Ansiedad, depresión y estrés afectan el corazón

Los factores psicosociales, como el estrés y la depresión, aumentan el riesgo de ataque al corazón en un 60%. La depresión y la ansiedad no fueron tratados como complementos de la enfermedad cardíaca coronaria, pero hoy en día se consideran marcadores de riesgo individual y merecen una atención especial, ya que se puede confundir con otras crisis, como la tristeza, melancolía, etc. La depresión reduce el calibre de los vasos sanguíneos y aumenta la presión arterial. La ansiedad y el estrés aumentan la producción de sustancias inflamatorias relacionadas con la aterosclerosis coronaria. El impacto de la depresión en el sistema cardiovascular también es causado por los cambios de comportamiento que causan la enfermedad. "Una persona en depresión o altos niveles de ansiedad es más propensa a consumir alcohol, cigarrillos y otros hábitos que favorecen la aparición de enfermedades del corazón. Otro factor de riesgo para desarrollar enfermedad cardiovascular es la tensión, que está directamente relacionada con la ansiedad y la depresión. El cerebro y el corazón están interconectados a través del sistema cardiovascular. Las alteraciones del ritmo cardíaco (arritmias) y el aumento de la presión arterial (hipertensión) son las afecciones más frecuentes además del infarto de miocardio. No son pocas las investigaciones que revelan que la depresión aumenta el riesgo de sufrir una enfermedad del corazón. Motivos Las causas son varias. El trastorno depresivo no solo afecta nuestra conducta y nuestro cerebro. También produce alteraciones en nuestro organismo. Cuando nos deprimimos, nuestra función cardíaca se altera haciendo que el corazón bombee de forma más lenta de lo habitual. Además se incrementa nuestra presión arterial, e incluso aumenta el número de glóbulos rojos y plaquetas en la sangre, pudiendo provocar una trombosis. La depresión es una enfermedad mental que mantiene una relación muy estrecha con las enfermedades del corazón, especialmente con la cardiopatía isquémica y la insuficiencia cardíaca. Una conexión que además se retroalimenta. Es un círculo vicioso, porque la depresión en sí misma tiende a producir enfermedades cardiovasculares, a la vez que la persona que ha sufrido un infarto o una angina de pecho, esto es, una enfermedad coronaria, es propensa a deprimirse. Síntomas en enfermos cardíacos A veces, es muy complicado detectar los síntomas de depresión en personas con una enfermedad coronaria porque después de un proceso importante, como es un infarto, es normal sentirse deprimido. Es muy importante sopesar hasta qué punto hay un trastorno depresivo o un trastorno ansioso, aunque a menudo van asociados, pudiendo predominar uno más que el otro. Lo normal es que vayan juntos, depresión con ansiedad. Hay que valorar en cada paciente, y en cada momento, cuál de ellos es el prevalente ya que esto condicionará el tratamiento de elección. Aunque la depresión no se manifiesta de igual manera en todas las personas, los síntomas más comunes de depresión son, además de la tristeza, la falta de interés y de ilusión, mayor cansancio, menor tendencia a la actividad y pocas ganas de salir, falta o exceso de apetito, una pérdida de peso no justificada. También alteraciones del sueño (insomnio, pesadillas o sueño no suficientemente reparador) o la dificultad para levantarse por las mañanas. Estos síntomas pueden variar según la intensidad del trastorno. Tratamiento de la depresión Los especialistas en psiquiatría son partidarios de evitar la medicalización excesiva del paciente para su tratamiento, y prefieren administrar dosis mínimas, y siempre mejor por las noches, aprovechando las horas del descanso. Considera que es importante que la persona se sienta libre y no con la obligación de tomar más fármacos. Los medicamentos más utilizados para el tratamiento del trastorno depresivo son los antidepresivos -inhibidores selectivos de la receptación de serotonina (ISRS)- y los ansiolíticos, dependiendo del trastorno del paciente. Pero siempre adaptando la medicación a las otras enfermedades del paciente, como es el caso de los hipertensos, para evitar interacciones farmacológicas. Por ello, en personas con trastorno cardiovascular o con presión arterial alta, el médico procurará evitar los fármacos con acción noradrenérgica. Además se recomienda como parte del tratamiento de la depresión, el beneficio de la actividad física, moderada o intensa según las posibilidades y limitaciones del enfermo, y una dieta adecuada porque estimulará el aumento del nivel de serotonina, ayudando al paciente a recuperarse de forma más completa. Ser atendido y escuchado por el médico Los especialistas en psiquiatría creen además en la terapia del diálogo entre médico y el enfermo para romper el círculo vicioso entre la depresión y enfermedad cardiovascular. La función del médico es muy importante. Hay que dedicarle tiempo al paciente para explicarle y ayudarle a entender su enfermedad y recordarle que la vida tiene un sentido, una ilusión y es importante buscar la calidad de vida a pesar de los inconvenientes. Los estudios clínicos hallan que los enfermos del corazón con depresión tienen peor pronóstico que otras personas, incluso se ha observado mayor incidencia de muerte súbita en pacientes con depresión. Por ello es vital prevenir la depresión, diagnosticarla de forma precoz y sobre todo, tratarla convenientemente. Por último, una investigación, realizada con ejecutivos de la industria, reveló que el 50% de los ejecutivos, con una edad media de 40 años sufren de estrés. De las 234 personas encuestadas, el 79% son hombres y 21% mujeres. El 37% en puestos directivos, el 20% en posiciones de analistas, el 8% son ingenieros y el 35% de otras profesiones. Los síntomas del estrés ponen en relieve la ansiedad (75%) y la irritabilidad (51%). Lo cual vincula, indirectamente, esta situación con los problemas que afectan al corazón y las enfermedades cardiovasculares. Los factores relacionados con el estrés están presentes en las relaciones familiares, la reducción del tiempo de ocio, la inactividad física, insomnio y cambios de humor. Además, rasgos de personalidad, como el perfeccionismo, la alta autoexigencia y la ansiedad, interfieren en la intensidad del trabajo y, por lo tanto en el estrés.

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