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Veneraban a San Gil, el Nacimiento, al Señor del Buen Camino y a Nuestra Sra. de La Merced

09/12/2018 22:22 Interior
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Veneraban a San Gil, el Nacimiento, al Señor del Buen Camino y a Nuestra Sra. de La Merced Veneraban a San Gil, el Nacimiento, al Señor del Buen Camino y a Nuestra Sra. de La Merced

Para sentirse cerca de Dios, el hombre siempre quiso hacer figura

de algo en qué creer. Las devociones a los santos o a la Virgen en sus

diversas advocaciones en casas de familias loretanas son muestras

de una fuerte fe transmitida por generaciones.

En esta ciudad histórica hay diversas familias que son fieles custodias

de este tesoro que hace a la religiosidad popular en sus imágenes

de bulto y de vestir. Y en su momento tuvieron el acompañamiento

de todo un pueblo creyente y peregrino.

San Gil.

De acuerdo con datos de antiguos, su imagen

data de hace aproximadamente 250 a 300 años. La figura de 40 cm

fue heredada de generaciones anteriores, que supieron mantener y

propagar la devoción. Su última depositaria fue la señora Teresa Herrera

de Pérez, quien la recibió de su madre Sara Herrera.

Esta señora

llegó a la ciudad desde el interior loretano, en una fecha que no se pudo

precisar, y se instaló en el barrio Remanso.

En su domicilio se celebraba anualmente la fiesta de San Gil. Se

rezaba una novena que consistía en rosarios, en compañía del resto

de su familia, vecinos y promesantes que se llegaban a la casa ubicada

en la intersección de las calles Moreno y Güemes.

ésta se colmaba

de fieles que luego de tomar gracia, encender velas y obsequiar sus

ofrendas, se preparaban para la procesión que, entre cánticos, vivas

y el estruendo de bombas, recorría las calles aledañas.

Nacimiento del Niño Dios.

Era una

celebración que se realizaba en el domicilio de la señora Mercedes de

Acuña, en el barrio Remanso sobre la calle Mitre y Güemes. Cada nacimiento

era motivo de alegría entre los niños que se preparaban para

representar a María, José, los pastores, Reyes Magos y ángeles que

entonaban los tradicionales villancicos.

Por aquella época este barrio

se caracterizaba por las fincas con frutales, lo que hacía posible que

luego del momento emocionante de la adoración del Niño Dios, se distribuyera

entre los presentes una variedad de frutas frescas.

Señor del Buen Camino

Fue propiedad de doña Emerenciana Herrera. Se trata de una imagen

histórica que pasó de generación en generación, al igual que muchas

que se encuentran en esta ciudad y en el interior de nuestro departamento.

Historias esconde mi pueblo que necesitan conocerse.

En el populoso barrio El Remanso pude conocer y conversar con quienes

en su momento fueron testigos de tan sentidos momentos.

Mercedes de Acuña, (84), me regaló

su fecunda memoria. Junto a su hijo

Roque me trasmitieron muy gentilmente

lo que experimentaron durante sus

vidas.

En el domicilio de su madre existe

un espacio preparado por su padre al

que llamaban “la salita”. En este lugar, en

el mes de diciembre se preparaba y decoraba

para recibir la imagen de Nuestra Señora de Loreto. Por la noche

se la velaba y al otro día en compañía de los vecinos se la llevaba

en procesión a su santuario.

Nuestra Sra. de la Merced, de

la familia Coria.

Esta devoción mariana tiene

sus orígenes en la Villa Loreto. Según cuentan los descendientes de

los primeros dueños de la pequeña imagen, ésta fue propiedad de don

Ignacio Coria y de doña María Antonia Juárez

En el Loreto viejo se reverenciaba la tierna imagen de María redentora

de cautivos. Doña Norma Villarreal me transmitió lo que sus abuelos le

contaron.

Por aquellos tiempos la imagen fue cubierta con cueros y escondida

en la espesura del monte para ser preservada de los nativos del

lugar y de personas con algún cargo público que querían suspender las

festividades que se realizaban cada 24 de septiembre, porque en estos

encuentros de fe también sucedían hechos de violencia.

Ya en Villa San Martín, las generaciones siguientes de esta familia

continuaron con la devoción a la Virgen. Establecidos en el margen del

río Nambi, año tras año el patio de la familia se vestía de fiesta.

En los

primeros minutos del 24 se realizaba la procesión. Juliana Coronel se

hace cargo de esta celebración. Reunía a toda su familia y junto con

los vecinos se congregaban “costeando la loma”. Caminaban entre rezos,

cantos y vivas e iluminados con velas que se fabricaban con sebo

y utilizando el tronco del cardón para sostenerlas.

Siempre animados

por la abuela Juliana, como cariñosamente la llamaban. Además

de dedicarse a los aspectos de la fe, también curaba a través de remedios

caseros.

Luego la familia se trasladó al barrio El Polígono, donde continuó con

esta devoción familiar. En las esquinas de Saavedra y Gumersindo Sayago

se construyó la gruta, para que sea visitada la Virgen.

En la actualidad,

previo al día de la Patrona se reza la novena. Y en algunas ocasiones,

durante la fecha central se celebra misa, pero ya no como en tiempos

pasados cuando se realizaban grandes muestras de veneración.

Nuestra Sra. de la Merced, de

la familia Ibarra.

Otra devoción que congrega

a los loretanos y en la que se manifiestan innumerables muestras de

fe es la de la imagen histórica de Nuestra Señora de la Merced, de la

familia Ibarra.

La profesora Nilda Elizabeth Ibarra me relató lo que en su niñez y

luego lo que sus abuelos le contaran acerca de esta expresión de fe

hacia la Madre de Dios. Don Amancio Ibarra y doña Ventura González,

sus abuelos, eran quienes en épocas pasadas realizaban la festividad

de la Virgen cada 24 de septiembre.

Todos los vecinos se congregaban en su domicilio para pedir favores

y agradecer las bendiciones recibidas.

Al mismo tiempo celebraban

dicho momento encendiendo velas, colocando flores y tocando

su imagen para sentirse bendecidos. Con el paso del tiempo, la señora

María Rosa Ibarra asume la responsabilidad de recordar el día de

la Virgen.

Los rezos del rosario en los días de la novena anticipaban la

festividad del día 24. Una clara demostración de fe se observaba el

día central. La concurrida procesión por las calles del antiguo Loreto

así lo manifestaba. Entre oraciones, cantos y vivas, en sus andas

adornada con flores, la pequeña imagen era transportada por cuantos

devotos quisieran cargarla mientras duraba el recorrido.

Finalizado el momento religioso, se preparaba el homenaje en el

que los hermanos Carrizo eran infaltables concurrentes a esta celebración.

Y al son del bandoneón, don Segundo “Rubio” Ibarra ejecutaba

tradicionales melodías del cancionero folclórico provincial.

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