Evangel io según san Mateo 10,17-22 Evangel io según san Mateo 10,17-22
a sus apóstoles: “No os
fiéis de la gente, porque os
entregarán a los tribunales,
os azotarán en las sinagogas
y os harán comparecer ante
gobernadores y reyes, por
mi causa; así daréis testimonio
ante ellos y ante los gentiles.
Cuando os arresten, no
os preocupéis de lo que vais
a decir o de cómo lo diréis: en
su momento se os sugerirá lo
que tenéis que decir; no seréis
vosotros los que habléis, el
Espíritu de vuestro Padre hablará
por vosotros. Los hermanos
entregarán a sus hermanos
para que los maten, los
padres a los hijos; se rebelarán
los hijos contra sus padres,
y los matarán. Todos os
odiarán por mi nombre; el que
persevere hasta el final se salvará”.
Comentario
Ayer celebramos con solemnidad
y enorme gozo la Navidad,
el “Dios con nosotros”,
uno de nosotros. Y hoy nos
encontramos de manera sorprendente
pasando de la alegría,
la sorpresa, el asombro
ante la maravilla que no nos
atreveríamos ni a soñar, al encuentro
con una realidad injusta
y cruel.
Lo primero que la Iglesia
celebra al día siguiente del nacimiento
de Jesús es la fiesta
de su primer testigo, Esteban,
asesinado -también- por los
“representantes” religiosos de
su pueblo.
La alegría insospechada
de la presencia de Dios entre
nosotros no se vive ni se expresa
solamente a través de
lucecitas, campanas, árboles
y villancicos.
Como en un anuncio demasiado
precoz, la muerte
de Esteban muestra el cumplimiento
de lo que Lucas había
señalado al comienzo de
su evangelio: este niño está
colocado de modo que todos
en Israel caigan o se levanten;
será una bandera discutida...
(Lc 2,34). Así, casi al comienzo
de los Hechos, el mismo
autor nos confirma que el
gozo de “haber visto al salvador”
se transforma en entrega
de la vida.
El texto litúrgico ofrece
una muy pequeña parte del relato
referido a Esteban. Sería
muy interesante leerlo completo
en el libro de los Hechos.
Nos asombrará el modo
en que Lucas va presentando
a Esteban como una “copia”
de Jesús. No sólo en lo que le
sucede, sino en el modo de situarse
personalmente ante los
representantes de la sinagoga,
con una libertad, verdad,
valentía, compasión... que recuerdan
los rasgos de Jesús.
“Padre, en tus manos encomiendo
mi Espíritu” recogió
el abandono de Jesús en
manos del Padre. En la Nueva
Alianza, el primer testigo que
entrega su vida hasta el final,
la pone en manos de Jesús. Y
esa es la invitación para todos.
No hace falta esperar al
final de la vida, ni perderla de
manera cruenta. Hoy, cada
día, podemos poner la vida en
manos del Señor Jesús. Y de
ahí surge el gozo profundo que
no podrán arrebatarnos.
Podríamos decir que la
primera lectura que hemos
escuchado es una “puesta
en escena” de lo que hoy nos
propone el Evangelio.
Seguir a Jesús tiene exigencias.
O tal vez podemos
hablar de consecuencias. No
debería extrañarnos tratándose
del seguimiento de Jesús.
Tampoco podemos imaginarlas
como pesadas obligaciones
que se nos echan
encima. Descubrir con alegría
el tesoro del Reino que
nos anuncia y ponerse tras él
en el camino acaba generando
conflictos.