ANÉCDOTAS DE TAXI | ¡Al campito! ANÉCDOTAS DE TAXI | ¡Al campito!
Diciembre del año 2011. Santiago del Estero, capital.
Fue el último año que tuve el Fiat Uno.
La Empresa para la que trabajo, tenía convenio con el aeropuerto local; Allí abordó éste señor, que portaba una valija chica, un bolso grande, y una caja tipo encomienda.
Era día 24. A horas de la nochebuena. El pasajero que baja de un avión, sobre todo en Santiago, es fino, sofisticado, de "otro nivel" y por ello te sobra. Por lo general son de poca charla, toscos, serios, se colocan auriculares, y les chupa un huevo tu desgastado comentario sobre el clima.
Eso es lo que me llamó la atención. Este tipo era distinto. Agradable desde que le abrí el baúl, y cortés en el saludo.
Casi siempre, los arribos son puntuales, y quién decide hacer base ahí, sabe que minutos más, minutos menos, el avión llegará... Y... por la espera, ¡A PELARSE!
Bromeó:
-¿Te hice esperar mucho?
- Si jefe. Ya me estaba por meter a la pista.
En el trayecto me aseguró que el viaje valdría la pena; porque era navidad y estaba "regalón", y porque haríamos un par de paradas.
En la primera, una mercería desconocida para ambos, pero con un buen cartel publicitario. Allí compró e hizo envolver 3 regalos, (juguetes), que sacó de su caja.
Cómo será la propina que recibió la empleada, que lo acompañó hasta mi auto, y lo despidió con una gran sonrisa.
En la siguiente parada, compró dos Sprites heladas, y un paquete gigante de papas fritas Lays. Se aflojó la corbata, y se dispuso contarme el cometido.
-Mira negrito, te bato la posta. Hace 6 años me separé de mi novia, justo cuando ella quedó embarazada. Si, ya sé. Soy un cobarde, cagador, puto mal padre. Pero vengo a remediar eso, ¿comprendes?
-Sí don Carlos.
-Bueno. Te vas a ganar, aparte del viaje y la espera, una buena propina de trescientos mangos, si le entregas estos juguetes a mi ex, para la nena que nació hace cinco años y dos meses.
-Listo patrón.
Llegamos a una esquina, él se quedó en el auto, y yo tuve que caminar media cuadra más. La señora que me atendió, coincidía con los datos y el nombre que me dio Carlos.
Con el mismo respeto que me trató él, la mujer me dijo que llevara de nuevo las cosas, y que le dijera que ¡YA ES TARDE... QUE YA LA NENA NO LO NECESITA!
Honestamente había asumido o compartido la causa de éste hombre. Sin poner en tela de juicio nada, por el solo hecho de no conocer más que su intención; por escuchar una sola campana.
En el llanto sentido y profundo, Carlos intentaba hacerme recapacitar que NO HAY QUE HACER LO QUE éL HIZO, y que tenía el alma estremecida de dolor.
Los varones, no estamos preparados para ver llorar a un hombre.