Las puestas de sol son todo un acontecimiento cada verano

Desde Punta Ballena a La Barra, los atardeceres en Punta del Este son increíbles. Despedir los últimos destellos del sol con aplausos es cosa de todos los días en los paradores de la playa Mansa. Pero también a 11 kilómetros al norte de la Península, en playa Montoya. Y ni hablar un poco más lejos, en la exclusiva playa de La Susana, en José Ignacio.

Donde sea que haya un turista, argentino, brasileño o europeo, hay expectativa y fotos de la ofrenda al sol. Pero ese ritual no es cosa de las nuevas generaciones “millennials” ni “centennials”, quienes entienden los atardeceres “bien arriba”.

La costumbre de aplaudir las puestas de sol la mantienen viva los de más de 40 años, gracias al camarero o dueño del parador que inicia las palmas. Mientras los menores de 30 siguen el ritual desde las fotos que suben a las redes sociales, ya que entre la música electrónica y el bossa nova de los paradores, no hay lugar para frenar el ritmo de los pies sobre la arena.

Espacios

Casapueblo, la casa-museo del artista Carlos Páez Vilaró, empieza a llenarse de gente a las 19.20. Si no hay un evento, el público mayoritario que lo visita va de los 35 a los 50 años. La terraza más romántica de Punta Ballena ofrece atardeceres para respirar hondo, guardarlos en el iPhone y grabarlos en la retina.

Aunque este año no está la gran fiesta al atardecer de una cerveza mexicana, que directamente tenía al sol como protagonista en cada stage en la playa y su puesta en escena central con el último rayo de sol.

La primera parada del Délice Tour de Chandon en Punta del Este fue en el sunset de Fabric Nikkei, en Manantiales. Fue el debut de los atardeceres de esta temporada, el 28 de diciembre. Sin aplausos al sol, con DJ sets y shows en vivo, el próximo sunset del champagne será este viernes en el parador La Susana, ubicado en Playa Vik y calificado como uno de los mejores del mundo.

“Es algo sabido, que se aplaude, pero entre que están sacando la foto o tomando un trago, si el animador de un parador no inicia el aplauso, no sale espontáneamente”, cuenta.

En el parador I’Maran-gatú, en el que este año casi no se escuchaba la tonada argentina frente al acento carioca, durante las caídas del sol los brasileños treintañeros no aplaudieron ni una vez. Cerveza en mano, parados y en movimiento estaban concentrados en el set de Brasil que ofrecía el DJ. Un poco más lejos, otros grupos de compatriotas, con reposeras ponían su propia música con parlantes.

“En general la gente aplaude al ponerse el sol en casi todas las playas de la Mansa. Yo curto más la Mansa que la Brava y en casi todas, donde hay concentración de gente, por ejemplo, debajo de los paradores, la gente aplaude cuando desaparece el último rayo de sol”, cuenta María, una de las asiduas concurrentes a este ritual.

“Estoy en la playa y siempre alguien inicia el aplauso. Si no, lo hago yo. Siempre estoy con amigos argentinos y aplauden como chicos cuando les cuento de esta celebración, que empezó en Casapueblo”, dice otra puntaesteña.

El ritual de la Ceremonia del Sol existe desde 1994. Leyenda o no, se dice que Páez Vilaró iba a la terraza, donde pintó sus obras más emblemáticas, para hablar con todos los que llegaban a disfrutar de la caída del sol junto a su casa y a escuchar el poema que grabó como una oda al sol. Jamás imaginó que eso hoy se traduciría en un clásico del que participan y repiten los turistas.