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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según san Marcos (7,14-23)

12/02/2019 22:43 El Evangelio
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Evangelio según san Marcos (7,14-23) Evangelio según san Marcos (7,14-23)

En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: "Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre". Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. él les dijo: "También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina".

Y siguió: "Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro".

Comentario

Hoy se nos dice en prosa, bajo el género de hermosa leyenda, lo que antes se nos dijo en un solemne poema. Los Santos Padre hablaban de la admirable condescendencia de Dios, que nos transmite su verdad en lenguaje humano y con las formas y géneros usuales entre nosotros.

Además el autor bíblico echa mano de leyendas ya existentes en el Oriente Medio, pero pedagógicamente purificadas para nosotros. Un mito muy conocido hablaba de una guerra entre los dioses buenos y los dioses malos; los primeros habrían vencido, y con la sangre de los malos habrían amasado el barro para crear al hombre. Omitiendo estos datos politeístas y burdos, el Génesis nos enseña, con gran sencillez y profundidad, que somos terrenos y supraterrenos: barro modelado por Dios y vivificado por su aliento. Debemos comprometernos con la materia, con el planeta, sin olvidar que somos más que materia. Y a esa antropología se añade una teología de la creación, como algo hermoso, útil y puesto al servicio del hombre. Dios desea un mundo harmónico, bello y fértil, y un hombre feliz como centro de la creación.

Pero junto a ello está la historia del "árbol misterioso", que no se debe tocar. También figuraba en leyendas corrientes, a las que el autor del Génesis da un nuevo contenido. El hombre de todas las épocas ha pretendido dominar lo divino, manipular a Dios; ha practicado magia y brujería, adivinación por cuantos medios se ha imaginado, nigromancia; se ha negado a respetar el misterio de Dios. Y esto continúa: por ahí están los autodenominados "videntes", los echadores de cartas, los brujos, los que dicen que tienen "poderes"... Quizá incluso se han multiplicado en nuestro tiempo, como contrapeso al secularismo que ha pretendido negar todo espacio a Dios. Pero la increencia no se combate con superstición, sino con auténtica fe, que implica "respeto" a Dios; "ahora ya sé que temes a Dios", se le dice a Abrahán. Seamos admiradores y buenos cuidadores de la creación, y agradecidos y respetuosos con el Creador.

Y no podemos concluir sin hacer un subrayado en el evangelio. A propósito del joven David, a quien Dios elegía para ser rey de Israel y prefiguración del futuro mesías, dice el anciano Samuel que "los hombres ven la apariencia, mientras que el Señor se fija en el corazón". Si algo fustigó Jesús fueron las exterioridades que no iban acompañadas de la correcta actitud interior; ¿qué sentido tienen purificaciones externas, "lavarse las manos", cuando lo que está sucio es el corazón? Hagamos hoy nuestro el conocido cántico: "Danos, Señor derrama en nosotros un espíritu nuevo".


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