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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según san Lucas (10,1-9)

13/02/2019 22:59 El Evangelio
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Evangelio según san Lucas (10,1-9) Evangelio según san Lucas (10,1-9)

En aquel tiempo,

designó el Señor otros setenta

y dos y los mandó por delante,

de dos en dos, a todos los

pueblos y lugares adonde pensaba

ir él. Y les decía: “La mies es

abundante y los obreros pocos;

rogad, pues, al dueño de la mies

que mande obreros a su mies.

¡Poneos en camino! Mirad que os

mando como corderos en medio

de lobos. No llevéis talega, ni alforja,

ni sandalias; y no os detengáis

a saludar a nadie por el camino.

Cuando entréis en una casa,

decid primero: “Paz a esta

casa”. Y, si allí hay gente de paz,

descansará sobre ellos vuestra

paz; si no, volverá a vosotros.

Quedaos en la misma casa, comed

y bebed de lo que tengan,

porque el obrero merece su salario.

No andéis cambiando de casa.

Si entráis en un pueblo y os

reciben bien, comed lo que os

pongan, curad a los enfermos

que haya, y decid: “Está cerca de

vosotros el reino de Dios.”

Comentario

Mientras el mundo comercial

celebra a San Valentín, nosotros

recordamos a dos grandes

evangelizadores que sembraron

la fe cristiana en la Europa

oriental y cuya herencia se

encuentra hoy principalmente

en las Iglesias ortodoxas, aunque

también en las católicas de

rito bizantino.

El papa Juan Pablo II declaró

a los santos Cirilo y Metodio

Patronos de Europa, subrayando

así la pluralidad de ritos de

nuestro continente, con su célebre

expresión de que la Iglesia

tiene que respirar con los dos

pulmones: el oriental y el occidental.

Es una invitación al enriquecimiento

de nuestra espiritualidad,

a la misión y al ecumenismo.

Muchas de las Iglesias

herederas de estos santos han

sufrido en el silgo XX dura persecución

y martirio bajo los regímenes

comunistas. Se merecen

especial veneración.

Las lecturas litúrgicas son

de orientación misionera. El libro

de los Hechos nos presenta

un gran avance de la fe cristiana,

que no estaba destinada

solo a los judíos, la etnia de Jesús,

sino a todo el mundo. Los

paganos, que estaban “sin esperanza

y sin Dios en este mundo”

(Ef 2,12), se alegran inmensamente

de que les llega la luz

de la fe. Esto nos hace mirar a

nuestro tiempo: la Iglesia crece

constantemente, pero casi

5000 millones de seres humanos

no han oído todavía hablar

de Jesús.

El evangelio nos recuerda

que Jesús, ya en su tiempo, deseó

realizar la misión contando

con colaboradores, aquel grupo

de seguidores que son prefiguración

de toda la Iglesia que

surgirá después. A los enviados

les predice persecuciones

(“en medio de lobos”); ¡cuánto

entienden de esto los pueblos

evangelizados por Cirilo y Metodio!

El mensaje no puede ser

otro que el de la paz. Si el evangelio

no deja paz en los corazones,

es señal de que el mensajero

se ha equivocado en la exposición.

Desgraciadamente

abundaron en otra época predicadores

de amenaza y amedrentamiento;

con cierta admiración,

y diferenciándole de

otros de su tiempo, decía de la

predicación del P. Claret el filósofo

Balmes: “nada de terror,

suavidad en todo”. “Evangelio”

es palabra griega que significa

“anuncio agradable”; desnaturalizarlo

sería un gran pecado.

El mismo pasaje que hemos

leído le da como contenido

la cercanía del “Reino de Dios”;

y, cuando Dios reina, el hombre

disfruta de paz, de plenitud, está

feliz.

Jesús quiere, además, que el

mensajero lleve el evangelio como

incorporado a su atuendo,

o simbolizado por su vida. Sería

contradictorio que el que anuncia

al Dios providente anduviese

ansioso por llenar sus alforjas y

talegas. Otra versión lucana del

discurso (Lc 9) prohíbe además

al enviado llevar bastón: mensajero

de la paz, será más convincentes

si viaja indefenso. Y no

puede perder el tiempo en los

ceremoniosos saludos judíos a

los transeúntes.

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