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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,11-13)

17/02/2019 22:14 El Evangelio
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Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,11-13) Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,11-13)

En aquel tiempo, se presentaron

los fariseos y se pusieron

a discutir con Jesús;

para ponerlo a prueba, le pidieron

un signo del cielo.

Jesús dio un profundo

suspiro y dijo: “Por qué esta

generación reclama un signo?

En verdad os digo que

no se le dará un signo a esta

generación”.

Los dejó, se embarcó de

nuevo y se fue a la otra orilla.

Comentario

La Palabra de Dios de

hoy nos habla de pruebas y

de signos.

Las pruebas son las circunstancias

adversas que

llegan a la vida de toda persona

que se decida a seguir

a Jesucristo.

En ocasiones proceden

del entorno, cuando consciente

o inconscientemente,

pone obstáculos al Evangelio.

Otras veces vienen del

propio corazón, cuando busca

y desea otros dioses distintos

al Dios verdadero.

La Palabra nos anima a

alegrarnos en las pruebas,

pues “al ponerse a prueba

vuestra fe, os dará constancia”.

Y

es verdad: nada hay

peor que un niño protegido,

que no ha tenido que afrontar

ninguna dificultad en la

vida. Cuando le llegue el primer

contratiempo, que le llegará,

no sabrá cómo superarlo.

Algo así pasa con la fe:

tener que ir superando pruebas,

unas pequeñas y otras

grandes, nos va haciendo

firmes en la fe.

No por nuestra fuerza,

sino porque la prueba nos

hace levantar la mirada ante

Aquél que nos da la fortaleza,

para arraigarnos más en

él, poniendo en sus manos

nuestra vida. Que se lo digan

a los mártires de todos

los tiempos: en medio de la

mayor prueba, de su debilidad

Dios sacó la fortaleza.

Y sobre los signos, Jesús

se molesta que los fariseos

le pidan un signo para

probarle. Al final, él mismo

es el Signo: una vida entregada

como signo del amor

sin límites de Dios por la humanidad.

Ante la prueba: mirar al

Señor.

Y cuando necesitemos

algún signo, mirarle de nuevo.

En su amor crucificado

se encierra el secreto del

aliento en toda lucha.

“Si hemos muerto con

él, también viviremos con

él; (...)

si somos infieles, él permanece

fiel, pues no puede

negarse a sí mismo” (2 Timoteo

2, 11.13).

Gracias, Señor, por tu fidelidad.

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