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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 8,27-33

20/02/2019 22:18 El Evangelio
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Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 8,27-33 Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 8,27-33

En aquel tiempo, Jesús y

sus discípulos se dirigieron a

las aldeas de Cesarea de Felipe;

por el camino, preguntó a

sus discípulos: “¿Quién dice la

gente que soy yo?”

El l o s l e c o n t e s t a ro n :

“Unos, Juan Bautista; otros,

Ellas; y otros, uno de los profetas”.

él les preguntó: “Y vosotros,

¿quién decís que soy?”

Pedro le contestó: “Tú

eres el Mesías”.

él les prohibió terminantemente

decírselo a nadie.

Y empezó a instruirlos: “El

Hijo del hombre tiene que padecer

mucho, tiene que ser

condenado por los ancianos,

sumos sacerdotes y escribas,

ser ejecutado y resucitar a los

tres días”.

Se lo explicaba con toda

claridad. Entonces Pedro se

lo llevó aparte y se puso a increparlo.

Jesús se volvió y, de cara

a los discípulos, increpó a Pedro:

“¡Quítate de mi vista, Satanás!

¡Tú piensas como los

hombres, no como Dios!”

Reflexión

Al hombre le pediré cuentas

de la vida de su hermano.

Nos encontramos ante el

final del diluvio. La tierra ha

sido recreada. La abundancia

de la vida brota de nuevo. La

bondad de Dios vence sobre

la perversidad humana. Y un

nuevo pacto se desarrolla entre

Dios y su pueblo.

En el texto del Génesis se

dice que Dios entrega todo al

hombre: “Vosotros creced y

multiplicaos, moveos por la

tierra y dominadla”. No podemos

dar por supuesto que el

crecer sea solo en número,

o en cantidad. El creced puede

llamar a un aprendizaje. El

creced puede referirse también

a no repetir la historia

de perversión y corrupción, o

de aniquilación de unos contra

otros. El creced, supone

mirar al hermano (al prójimo)

como imagen y semejanza de

Dios. El hermano es sangre de

tu sangre.

Dios nos pedirá cuenta de

la vida del hermano. No podemos

seguir pronunciando con

indiferencia la pregunta de

Caín “¿Acaso soy yo el guardián

de mi hermano?” después

de haberle dado muerte

a Abel. Tampoco podemos vivir

en la corrupción. En el capítulo

6 del Génesis dice: “Al

ver el Señor que la maldad del

hombre crecía sobre la tierra

y que todos sus pensamientos

de su corazón tienden siempre

y únicamente al mal, el Señor

se arrepintió de haber creado

al hombre en la tierra y le pesó

de corazón”.

Muchas otras preguntas

como la de Caín se manifiestan

entre nosotros. Hay una,

que sobre todo señala la ingratitud

y el egoísmo: “¿Acaso

te pedí yo que me trajeras al

mundo?” Muchos padres hoy

tienen que escuchar este tipo

de preguntas ante la rebeldía

de sus hijos adolescentes,

y mayores. Y ante la tentación

de querer echarles las culpas

a Dios hemos de mirar hacia

dentro. El mal puede crecer en

nuestro interior: son las envidias,

los egoísmos, los rencores,

los odios y las venganzas

entre otros. Pero también crece

cuando el respeto a la vida

se minimiza y se justifica

en forma de derechos que no

son tan fundamentales para la

persona. No podemos hacer

indefensos a nuestros hermanos

con nuestros comportamientos

injustos.

En otras traducciones de

este texto se dice: “Sed fecundos,

multiplicaos y llenad

la tierra”. Este “sed fecundos”

implica no hacer de la vida un

desierto. No aniquilar la vida.

Al contrario, implica que la vida

corre por nuestra historia,

implica hacer brotar la vida,

que la vida tenga cabida en

nuestro interior.

El multiplicaos es hacerse

transmisores de la vida, predicadores

de la gracia de Dios y

de su alianza con los hombres.

Llenad la tierra de la vida, convertirla

en un vergel donde la

vida se dona, se entrega, haced

de la tierra un gran mundo

de paz.

El salmo 101 recoge la idea

de que el Señor reconstruirá

Sión. Mirará las súplicas de

los indefensos y no despreciará

nuestras súplicas o peticiones.

Hemos de vivir confiados

en que la presencia de Dios

siempre será cercana y atenta

a nuestros sufrimientos.

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