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EL LIBERAL . El Evangelio

Hagan el bien y den sin esperar nada a cambio - Lc 6, 27-38

23/02/2019 21:02 El Evangelio
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Después de las bienaventuranzas

del Reino, que reflejan los valores

contraculturales que Jesús vivió

y enseñó a sus discípulos, ahora

les dice que tienen que amar a los

enemigos, hacer el bien a los que los

odian, bendecir a los que los maldicen

y rezar por aquellos que los difaman.

Sin dudas, este parece un

programa de vida casi imposible de

practicar porque la actitud visceral

del ser humano frente a la ofensa,

el odio, la persecución es la autodefensa

que a veces se expresa

en venganza. Sin embargo, el Señor,

nos pide a sus discípulos vivir estas

enseñanzas como signo de pertenencia

al nuevo tiempo inaugurado

con su muerte y resurrección.

Se trata de amar, sin límites raciales,

religiosos, políticos, de clase

social y otras formas de clasificación

y discriminación que las personas

y sociedades hemos inventando

con la absurda pretensión de

sentirnos seguros y amparados. No

es distinguiéndonos de los demás

como nos afirmamos en la vida, sino

amando y sirviendo como lo hizo

Jesús. Por eso, siempre los que

hacen el bien, los que dan sin esperar

nada a cambio, son felices. Porque

nada los ata: ni los prejuicios, ni

los deseos, ni los estereotipos, ni siquiera

la espera de algún tipo de recompensa

y agradecimiento. Hacen

el bien, son generosos y comparten

sus vidas, sobre todo con los

pobres, sin esperar nada a cambio,

solo por el hecho de “ser de Jesús” y

vivir el mandamiento del amor.

Los discípulos de Jesús sabemos

que la verdadera felicidad está

en dar, en darnos, de manera gratuita,

porque el Señor dio su vida por

nosotros sin esperar nada a cambio,

sólo porque nos amaba. En esto

consiste la verdadera felicidad, ser

instrumentos del amor de Dios para

perdonar, sanar, consolar al que sufre,

levantar al caído. ¿Puede haber

un proyecto de vida más hermoso

que este? ¿Acaso la dicha de amar

sin esperar nada a cambio puede

compararse con alguna recompensa

mundana que lo único que hace

es henchir el ego y creer que somos

importantes? Recuerdo las palabras

de mi querido obispo Manuel Guirao:

“todos somos discapacitados”, todos

tenemos carencias y necesitamos

de la ayuda del hermano. Entender

esto nos abre a la comunión

y al amor que transforma la vida.

Conclusión

En este tiempo, donde todo tiene

un precio, donde hasta las relaciones

más profundas entre las personas

están mercantilizadas, esta enseñanza

de Jesús de hacer siempre

el bien y dar sin esperar nada

a cambio, puede ayudarnos a sanar

las heridas que nos dividen, a

reconstituir los tejidos familiares

y sociales a veces deteriorados y

con visos de violencia, a recuperar

el valor de toda vida humana, a mirar

a los demás como hermanos, no

como enemigos, ni competidores, y

tejer lazo de fraternidad entre los vecinos,

pueblos y etnias reconociendo

la belleza de la diferencia y

el valor único e irrepetible

de la condición

humana. Sólo somos

eso, humanos, siempre

necesitados de

amor que le dé sentido

a nuestras vidas.

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