Evangelio según San Lucas 9,28-36

En lo alto de la montaña los discípulos más cercanos ven a Jesús con el rostro “transfigurado”. Junto a él están Moisés, quien entregó al pueblo de Israel las tablas de la Ley y Elías, el profeta de fuego que defendió el nombre de Dios con incondicional entrega. Hablaban a cerca de su muerte, que se realizaría en Jerusalén. Los discípulos que fueron parte de esta experiencia ven la gloria de Jesús, significada en su rostro resplandeciente.

De repente una nube los cubrió, y una voz les dijo: “Este es mi hijo, el elegido, escúchenlo”.

Dios invita a los discípulos a escuchar a Jesús, en él se revela el misterio de Dios que es amor y servicio. Los personajes del Antiguo Testamento, Moisés y Elías, ya no tienen nada que decir, pertenecen al pasado, a un momento de la historia de salvación que ahora ha llegado a su plenitud. Jesús es la Palabra de Dios, puede comunicar su ser más profundo y a la vez, devela el misterio acerca del origen y el sentido de la vida de los hombres.

Escuchar a Jesús, escuchar su palabra, ser parte de su proyecto, eso es lo que nos ayuda a encontrar el sentido a nuestras vidas, a veces vacías, sin rumbo.

En nuestra sociedad actual, tan fragmentada y sin horizonte, las personas hemos perdido la capacidad de escuchar, no encontramos modelos para imitar, líderes que interpreten y canalicen nuestras ansias de libertad, nuestros sentimientos más genuinos de bondad, nuestras búsquedas de verdad.

¿A quién escuchar? ¿A quién  seguir? Huérfanos de modelos transitamos la vida, perplejos y temerosos, sin rumbo, de aquí hacia allá, sin encontrar, muchas veces, las motivaciones que nos permitan vivir con alegría, en paz.

Por eso, hoy más que nunca, tenemos que escuchar a Jesús, acercarnos a su misterio de amor, que consuela, que sana, que ofrece salvación.

Los evangelios son relatos que promueven el seguimiento de Jesús, la inserción en su comunidad, el deseo de que el Reino de Dios llegue con poder, para hacer de este mundo, un espacio de fraternidad, justicia y libertad.

Escuchar a Jesús es quizás el mayor desafío de los cristianos hoy, no como alguien que habla desde el pasado, sino desde el hoy de nuestra historia. Alguien que tiene “palabras de vida eterna”, sembrador de verdades, de buenas nuevas que invitan a la conversión, con gestos de ternura, de infinita misericordia.

Conclusión

Jesús habla y se comunica a través de su evangelio, de la fe de su pueblo sencillo reunido en torno de su palabra y el pan bendito que se parte y comparte en fraternal cena eucarística. Se manifiesta, también, en el testimonio de los que creen y son capaces de vivir para los demás, los que incondicionalmente dan su vida por él y por el evangelio. Tantas personas bienaventuradas que son sus mensajeros en la sociedad, viviendo su palabra, amando y sirviendo a los hermanos.

Para descubrir su presencia tenemos que abrir los oídos y el corazón, escuchar y experimentar su amor generoso que lleva como estigma la Cruz, pero que vive resucitado y glorioso en medio de su pueblo.