María esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo María esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo
Jacob engendró a José,
el esposo de María, de
la cual nació Jesús, llamado
Cristo.
El nacimiento de Jesucristo
fue de esta manera:
María, su madre, estaba
desposada con José y,
antes de vivir juntos, resultó
que ella esperaba un hijo
por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que
era justo y no quería denunciarla,
decidió repudiarla
en secreto. Pero,
apenas había tomado esta
resolución, se le apareció
en sueños un ángel del Señor
que le dijo: “José, hijo
de David, no tengas reparo
en llevarte a María, tu mujer,
porque la criatura que
hay en ella viene del Espíritu
Santo. Dará a luz un hijo,
y tú le pondrás por nombre
Jesús, porque él salvará a
su pueblo de los pecados”.
Cuando José se despertó,
hizo lo que le había mandado
el ángel del Señor.
Comentario
En José vemos con claridad
una verdad de extraordinar
ia impor tancia para
nuestra fe y para la vida
de cada uno. Los grandes
acontecimientos de la
historia, esos que conmueven
sus cimientos y hacen
que varíe su rumbo, suceden
gracias a personas humildes
y anónimas que han
hecho posible la aparición
de los grandes y decisivos
personajes.
Es verdad que esto es
así para bien y para mal. Los
protagonistas que aparecen
en los libros y las crónicas
para bien y para mal no
hubieran podido hacer nada
sin la cooperación de muchos
seres humanos anónimos,
que crearon de un modo
y otro las condiciones
para la aparición de aquellos.
No cabe duda de que no
hay un acontecimiento más
decisivo en la historia de
la humanidad que la encarnación,
la muerte y la resurrección
de Cristo. Aquí es
Dios quien ha intervenido.
Pero lo ha hecho humanamente,
humanizándose, haciéndose
uno de nosotros.
Y, por eso mismo, es normal
que haya querido (y tenido
que) contar con la cooperación
en la sombra de personas
que han hecho posible
su venida a nuestra historia.
José es el prototipo del
varón justo: el que sabe discernir
la presencia de Dios,
el que está dispuesto a retirarse
con respeto, pero
también a escuchar la voz
de Dios que habla en sueños,
y a actuar con diligencia,
tomando decisiones,
asumiendo riesgos, colaborando
calladamente y en espíritu
de obediencia con los
planes de Dios.
Si en algo nos parecemos
a José es en que somos
también personajes anónimos,
que viven y trabajan
en la sombra de la historia
mundial, cuyos focos iluminan
a otros.
Pero José nos enseña la
importancia de ser justos,
es decir, de estar abiertos
y a la escucha, de trabajar
con fidelidad y diligencia,
de saber soñar, pero
también tomar decisiones y
asumir riesgos, para que en
la historia sucedan acontecimientos
positivos y salvíficos,
en vez de las muchas
catástrofes que la afligen
(con las que también podemos
colaborar si no vivimos
como debemos); para que
Dios pueda seguir viniendo
a visitarnos con su voluntad
salvífica, para que, en definitiva,
Cristo siga reinando
en nuestro mundo y las promesas
de Dios, que superan
toda expectativa, se puedan
seguir cumpliendo.