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EL LIBERAL . El Evangelio

María esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo

18/03/2019 22:07 El Evangelio
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María esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo María esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo

Jacob engendró a José,

el esposo de María, de

la cual nació Jesús, llamado

Cristo.

El nacimiento de Jesucristo

fue de esta manera:

María, su madre, estaba

desposada con José y,

antes de vivir juntos, resultó

que ella esperaba un hijo

por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que

era justo y no quería denunciarla,

decidió repudiarla

en secreto. Pero,

apenas había tomado esta

resolución, se le apareció

en sueños un ángel del Señor

que le dijo: “José, hijo

de David, no tengas reparo

en llevarte a María, tu mujer,

porque la criatura que

hay en ella viene del Espíritu

Santo. Dará a luz un hijo,

y tú le pondrás por nombre

Jesús, porque él salvará a

su pueblo de los pecados”.

Cuando José se despertó,

hizo lo que le había mandado

el ángel del Señor.

Comentario

En José vemos con claridad

una verdad de extraordinar

ia impor tancia para

nuestra fe y para la vida

de cada uno. Los grandes

acontecimientos de la

historia, esos que conmueven

sus cimientos y hacen

que varíe su rumbo, suceden

gracias a personas humildes

y anónimas que han

hecho posible la aparición

de los grandes y decisivos

personajes.

Es verdad que esto es

así para bien y para mal. Los

protagonistas que aparecen

en los libros y las crónicas

para bien y para mal no

hubieran podido hacer nada

sin la cooperación de muchos

seres humanos anónimos,

que crearon de un modo

y otro las condiciones

para la aparición de aquellos.

No cabe duda de que no

hay un acontecimiento más

decisivo en la historia de

la humanidad que la encarnación,

la muerte y la resurrección

de Cristo. Aquí es

Dios quien ha intervenido.

Pero lo ha hecho humanamente,

humanizándose, haciéndose

uno de nosotros.

Y, por eso mismo, es normal

que haya querido (y tenido

que) contar con la cooperación

en la sombra de personas

que han hecho posible

su venida a nuestra historia.

José es el prototipo del

varón justo: el que sabe discernir

la presencia de Dios,

el que está dispuesto a retirarse

con respeto, pero

también a escuchar la voz

de Dios que habla en sueños,

y a actuar con diligencia,

tomando decisiones,

asumiendo riesgos, colaborando

calladamente y en espíritu

de obediencia con los

planes de Dios.

Si en algo nos parecemos

a José es en que somos

también personajes anónimos,

que viven y trabajan

en la sombra de la historia

mundial, cuyos focos iluminan

a otros.

Pero José nos enseña la

importancia de ser justos,

es decir, de estar abiertos

y a la escucha, de trabajar

con fidelidad y diligencia,

de saber soñar, pero

también tomar decisiones y

asumir riesgos, para que en

la historia sucedan acontecimientos

positivos y salvíficos,

en vez de las muchas

catástrofes que la afligen

(con las que también podemos

colaborar si no vivimos

como debemos); para que

Dios pueda seguir viniendo

a visitarnos con su voluntad

salvífica, para que, en definitiva,

Cristo siga reinando

en nuestro mundo y las promesas

de Dios, que superan

toda expectativa, se puedan

seguir cumpliendo.

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