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Evangelio según san Juan (12,1-11)

14/04/2019 21:52 El Evangelio
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Evangelio según san Juan (12,1-11) Evangelio según san Juan (12,1-11)

Seis días

antes de la Pascua, fue Jesús

a Betania, donde vivía

Lázaro, a quien había resucitado

de entre los muertos.

Allí le ofrecieron una cena;

Marta servía, y Lázaro era

uno de los que estaban con

él a la mesa. María tomó una

libra de perfume de nardo,

auténtico y costoso, le ungió

a Jesús los pies y se los

enjugó con su cabellera. Y la

casa se llenó de la fragancia

del perfume.

Judas Iscariote, uno de

sus discípulos, el que lo iba a

entregar, dice: “¿Por qué no

se ha vendido este perfume

por trescientos denarios para

dárselos a los pobres?”.

Esto lo dijo, no porque le

importasen los pobres, sino

porque era un ladrón; y como

tenía la bolsa, se llevaba

de lo que iban echando.

Jesús dijo: - “Déjala; lo

tenía guardado para el día

de mi sepultura; porque a

los pobres los tenéis siempre

con vosotros, pero a mí

no siempre me tenéis”.

Una muchedumbre de judíos

se enteró de que estaba

allí y fueron, no sólo por

Jesús, sino también para ver

a Lázaro, al que había resucitado

de entre los muertos.

Los sumos sacerdotes

decidieron matar también a

Lázaro, porque muchos judíos,

por su causa, se les

iban y creían en Jesús.

Comentario

Una vez más, Jesús pone

en orden las cosas. Alaba

el gesto de amor de María.

Acepta esa expresión de

amor y recalca algo: los pobres

estarán siempre entre

nosotros. Se les debe apoyar,

ayudar y acompañar.

Eso no obsta para aceptar

con naturalidad el gesto devoto

de María. Relativiza el

gasto que Judas magnifica.

Curiosamente tampoco

recrimina nada a Judas -expresión

de su bondad misericordiosa

con quien le va a

entregar-, le recuerda un hecho

fehaciente: “los pobres

los tenéis siempre con vosotros;

a mí, en cambio, no

siempre me tendréis”.

El evangelio nos acerca

la figura de Jesús mostrando

su serenidad ante lo que

le rodea, pero dando el valor

justo a lo que ocurre a

su alrededor. La mención a

los pobres es una forma de

hacernos caer en la cuenta

de que en nuestras manos

está la solidaridad para

acompañar y aliviar a esos

pobres con quienes Jesús

siempre se ha identificado.

Hoy nuestra adhesión se ha

de manifestar en la solidaridad

ante quienes desesperan

o esperan nuestro reconocimiento

como hijos predilectos

de Dios a quienes hay

que ayudar.

La Semana Santa es tiempo

de reflexión y revisión de

nuestras posturas ante las

realidades con las que nos

toca vivir. Tiempo de profundizar

dónde nos situamos ante

el dolor y la pobreza. Tiempo

para identificarnos con

Jesús a través de los misterios

que vamos a vivir.

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