¡Cristo ha resucitado! la muerte ha sido vencida - Juan 20, 1-9 ¡Cristo ha resucitado! la muerte ha sido vencida - Juan 20, 1-9
de Jesús los discípulos experimentaron
un tremendo
vacío; tristes y confundíos
se dispersan, algunos
de ellos que lo habían
seguido hacia Jerusalén,
comienzan a volver a
sus lugares de origen. La
muerte de Jesús era el final
del proyecto de Reino
que con tanto entusiasmo
el maestro había anunciado.
Algunas mujeres, como
Magdalena, lo buscan
en el sepulcro, el lugar
de los muertos. Pero
él no está allí, solo los
signos de su muerte, el
Padre, lo ha resucitado.
El encuentro con el
Cristo Resucitado, lo
cambiará todo, de la tristeza
pasarán a la alegría y
la esperanza, de la dispersión
a la comunión, de la
inmovilidad a la misión.
La resurrección rehabilita
a Jesús y su causa.
Los discípulos comprenden
que él no es un soñador
ni un embaucador,
sino que todo lo que había
anunciado empieza
a cumplirse. El Reino de
Dios es ahora una fuerza
arrolladora que comienza
a transformar la realidad;
una nueva humanidad
es posible, la mesa
de la vida incluye a todos,
sin distinción de razas,
credos ni clases sociales.
Dios vive en medio de su
pueblo, como el Resucitado,
y la vida triunfa sobre
el pecado y la muerte.
El encuentro con el
Resucitado cambia en
los discípulos la manera
de ver a Dios, al hermano,
a la vida misma.
Comprenden muchas
de las cosas que Jesús le
había dicho, el mandamiento
del amor se expresa
en sus comportamientos,
y con alegría
viven la experiencia del
envío, sin temores, sólo
con el compromiso
de continuar la obra que
comenzó Jesús.
Ahora saben, que allí
donde está la vida, está
Dios, que el amor tiene
la capacidad de sanar
y redimir, que el Señor
los acompaña y bendice
todos los días hasta el
fin de los tiempos. El encuentro
con el Resucitado
cambia sus vidas para
siempre, jamás volverán
a vivir en las tinieblas, la
luz de la vida los envuelve
y los impulsa a ser luz
para los demás.
Conclusión
Los cristianos somos
depositarios de la luz y la
vida del Cristo Resucitado.
Comunicarla al mundo
es nuestra misión y el
mayor desafío de nuestra
Iglesia. Hacer creíble
el mensaje de Jesús, con
gestos de ternura y misericordia,
saliendo al encuentro
de los que sufren,
de los últimos de la sociedad,
para anunciarles que
la vida y el amor triunfan
sobre el pecado y el egoísmo.
Una Iglesia en salida,
hacia las periferias,
que hermana, que se hace
solidaria, que busca a
los alejados, que renuncia
a sus privilegios, que
va tras los pasos de Jesús,
animada por su Espíritu,
para ser fiel al Padre,
es una Iglesia Resucitada,
como la soñó Jesús,
al servicio de su Reino.
Una Iglesia resucita engendra
testigos únicos como
la Mama Antula y el
Cura Brochero que transparentan
en sus vidas el
mensaje y la práctica de
Jesús. Recordarlos e imitarlos
será un modo auténtico
de seguir a Jesús,
pero en la
coyuntura actual,
haciendo
Reino, comu
n i c a n -
do la vida de
Dios.