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EL LIBERAL . Santiago

La iglesia de Santo Domingo en Santiago del Estero

La S�bana Santa en el convento Santo Domingo de Santiago del Estero

La Sábana Santa en el convento Santo Domingo de Santiago del Estero.

21/04/2019 00:49 Santiago
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La iglesia de Santo Domingo en Santiago del Estero La iglesia de Santo Domingo en Santiago del Estero

Los primeros religiosos que se afincaron

en tiempos de la fundación de Santiago

del Estero fueron los de la Orden

de los Predicadores. Llegaron los padres

Gaspar Carvajal y Alonso Trueno,

con la primera expedición que, al mando

de Juan Nuñez del Prado, arribó en

1550. Fueron expulsados cuando Francisco

de Aguirre asumió la responsabilidad

de establecer la ciudad en 1553, en

medio de conflictos entre el Perú y Chile

por la ocupación del territorio.

El primitivo

edificio se perdió, de la misma manera

que los dos subsiguientes.

Por la expulsión de los jesuitas en

1767, los dominicos se hicieron cargo de

las ruinas de su iglesia, y recién en 1881

lograron inaugurar el actual templo. La

iglesia es depositaria de varias joyas de

la imaginería religiosa colonial, como el

“Amo Jesús”, una imagen llegada desde

el Perú en 1600. Pero sin duda la pieza

más atractiva es la “Sábana Santa”, réplica

del Santo Sudario de Turín. Su origen

fue consecuencia de haberse protegido

el lienzo original entre dos telas,

que recibieron la impresión en “positivo”

de la imagen en “negativo” de la reliquia

venerada en Italia. Los reyes de España,

que la recibieron en obsequio por

parte del Papa, la destinan a la iglesia jesuita

de Santiago, en el virreinato del Perú.

Desde fines del siglo XVI se encuentra

en el solar que hoy es ocupado por

la iglesia de Santo Domingo, y llama la

atención que no genere un mayor interés

en el mundo de la cultura y el patrimonio

argentino.

Este convento tiene un nombre poco

conocido, ya que las iglesias son llamadas

por el nombre del fundador de la orden

a la que pertenecen.

La casa de Santiago

del Estero se llama Santa Inés de

Montepulcinao, una santa dominica italiana

del siglo XVII. Merece ser tratado

como una joya, no solo por su patrimonio

religioso, artístico y arquitectónico,

sino por haber sido en varias ocasiones

el alojamiento del general Manuel Belgrano,

en sus campañas de la década de

1810.

El creador de la bandera siempre

utilizaba su condición de terciario (laico)

seguidor de las enseñanzas de Santo Domingo

de Guzmán, a quien veneró desde

niño en la iglesia que estaba en Buenos

Aires a metros de su casa y donde hoy

está sepultado.

Las postas del

Camino Real

Una de las grandes construcciones

de la época colonial realizadas por el

imperio español es el sistema de comunicaciones

terrestres que se conoce como

Camino Real. Realizado entre los

siglos XVI y XVIII, constituye una red

de caminos y huellas que permitieron

un control del tráfico de pasajeros y comercio

por toda América. Santiago del

Estero, como primera ciudad fundada

y subsistente desde 1553, se convirtió

en un paso obligado en el Camino Real

desde el Alto Perú hacia Buenos Aires y

Santa Fe.

Organizado a través de postas concesionadas

a lo largo de miles de kilómetros,

es posible encontrar los rastros arqueológicos

en distancias que van de

una legua a tres, que era el trayecto posible

por día en aquellos tiempos antiguos.

Por esas postas pasaron los hombres

que, convirtiéndose en próceres, participaron

del Congreso General Constituyente

de 1816, celebrado en San Miguel

del Tucumán. Reposaron en cada posta,

Passo, fray Rodríguez, Sáenz, Boedo,

Salguero y los libertadores San Martín,

Belgrano y Pueyrredón.

La provincia de Córdoba ha iniciado

la restauración del Camino Real entre la

capital y el límite con Santiago del Estero,

y sería una gran idea reconstruir todo

el trayecto entre Buenos Aires y Chuquisaca,

como la arteria fundamental que

permitió la hermandad entre las ciudades

argentinas que los españoles fundaron

y son hoy las capitales de las provincias

históricas y también con todos los

pueblos y parajes que se encuentran a la

vera del Camino Real. Sin duda esto se

convertiría en patrimonio cultural de la

humanidad.

Toda tragedia tiene muchas enseñanzas,

y para los argentinos, tan emparentados

culturalmente con Francia a lo largo

de los dos siglos de vida independiente,

desde aquel escudo de los diputados

marselleses enviados a la Asamblea Nacional

de París de 1791, que se convirtió

en el escudo nacional argentino, hasta la

influencia de fines del siglo XIX, el incendio

de la Catedral de Nuestra Señora

de París puede ser un alentador alerta

para comenzar a cuidar nuestro patrimonio

como lo que es: el depósito de

nuestras almas y del alma colectiva de

los argentinos.

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