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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según san Lucas 24, 35-48

25/04/2019 00:57 El Evangelio
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Evangelio según san Lucas 24, 35-48 Evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, contaban

los discípulos lo que les

había pasado por el camino

y cómo habían reconocido a

Jesús al partir el pan. Estaban

hablando de estas cosas,

cuando se presenta Jesús

en medio de ellos y les dice:

- “Paz a vosotros”. Llenos de

miedo por la sorpresa, creían

ver un fantasma. él les dijo: -

“¿Por qué os alarmáis? ¿Por

qué surgen dudas en vuestro

interior? Mirad mis manos

y mis pies: soy yo en persona.

Palpadme y daos cuenta

de que un fantasma no tiene

carne y huesos, como veis

que yo tengo”.

Dicho esto, les mostró las

manos y los pies. Y como no

acababan de creer por la alegría,

y seguían atónitos, les

dijo: - “¿Tenéis ahí algo de comer?”

Ellos le ofrecieron un

trozo de pez asado. él lo tomó

y comió delante de ellos.

Y les dijo: - “Esto es lo que

os decía mientras estaba con

vosotros: que todo lo escrito

en la ley de Moisés y en los

profetas y salmos acerca de

mí tenía que cumplirse”.

Entonces les abrió el entendimiento

para comprender

las Escrituras. Y añadió: -

“Así estaba escrito: el Mesías

padecerá, resucitará de entre

los muertos al tercer día

y en su nombre se predicará

la conversión y el perdón de

los pecados a todos los pueblos,

comenzando por Jerusalén.

Vosotros sois testigos

de esto”.

Reflexión

Hay un himno del Oficio

Divino, en tiempos de Pascua

(Ofrezcan los cristianos),

que pone en boca de María

Magdalena la siguiente frase:

“Resucitó de veras, mi amor

y mi esperanza”. Es un gran

anuncio en esta semana octava

de Pascua que resume

todo nuestro credo, nuestro

modo de ser y nuestro modo

de esperar.

Los Hechos de los Apóstoles

nos relata cómo Pedro y

Juan curan a un paralítico en

nombre de Cristo Resucitado,

y ante la extrañeza de los

presentes que estaban en el

templo, les explica que no ha

sido curado ni por sus fuerzas,

ni por sus virtudes.

Pedro aprovecha esa extrañeza

para explicar que fue

en nombre de aquel que fue

rechazado: el santo, el justo.

Y les recuerda que fueron

quienes mataron al autor de

la vida.

Sin embargo, Pedro da

importancia a la fe de quien

antes estaba postrado y ahora

camina, del paralítico: “éste

ha creído en su nombre, y

su nombre le ha dado vigor”.

La fe en Jesús Resucitado,

da vigor, fortaleza. Dice

el texto de ayer que se le fortalecieron

las piernas y pudo

andar. Y es que, en momentos

de debilidad, de enfermedad,

de sufrimiento hemos de

llenarnos de un sentido nuevo

en la fe, para fortalecernos

cada día más, y poder caminar

dando gloria a Dios.

La fe no es sólo pedirle a

Dios que nos cure por medio

de un milagro, más bien es

pedirle que en la fe robustezca

nuestras piernas para andar

en medio del sufrimiento,

robustezca nuestra mente

para comprenderlo mejor, y

unirnos al sufrimiento de Jesús

en la cruz, que ofreció el

perdón a todos.

La fe se renueva al caminar

con el resucitado, Pedro

ha perdido el sabor de la traición

y como un hombre nuevo

predica a los judíos cómo

Cristo el Mesías esperado tenía

que resucitar de entre los

muertos, y que nosotros resucitaremos

con él.

La enfermedad nos asusta,

el sufrimiento nos da miedo,

y la muerte nos llena de

temor ante un desaparecer.

Pero la muerte no es el final.

Es el inicio de una nueva vida.

Es el cumplimiento de nuestra

esperanza: Dios nos llama

a su presencia.

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