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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según san Juan 20, 19-31

27/04/2019 23:17 El Evangelio
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Evangelio según san Juan 20, 19-31 Evangelio según san Juan 20, 19-31

La escena tiene lugar

en Jerusalén en dónde los

discípulos estaban reunidos,

esto nos muestra el

carácter eclesial de la aparición.

Las puertas estaban

cerradas “por miedo a

los judíos”, porque todavía

los discípulos no se animaban

a pronunciarse a favor

de Jesús.

“Jesús vino y se puso

en pie en medio de ellos y

les dijo: “paz a ustedes”. El

resucitado viene a los suyos

y se reúne con ellos,

puede hacerlo siempre y

nada lo impide. Viene para

comunicarles su paz, es

decir, su presencia en medio

de la comunidad. Luego

les muestra sus manos

y su costado, Es el mismo

que han crucificado, del

que brotó sangre y agua,

signos de la salvación

obrada en la cruz.

Esta presencia llena de

gozo a los discípulos porque

saben que será para

siempre, Jesús vive y ellos

viven con él.

Nuevamente les comunica

su paz y los envía

como el Padre lo envía

a él. Se trata de la misma

misión: glorificar al Padre

dando a conocer su

nombre y manifestando

su amor. Luego sopla sobre

ellos y les dice “reciban

el Espíritu Santo…”

Este hará posible el ejercicio

de la misión que les

confía y producirá el nuevo

nacimiento que da acceso

al Reino, la verdadera

adoración al Padre, el

poder de vivificar y el don

de la vida.

El Espíritu Santo derrama

la vida de Cristo

glorificado sobre los discípulos,

el mismo Jesús esta

presente y actuante en

su comunidad, por eso la

comunidad tiene la capacidad

de perdonar, porque

en definitiva es Dios el que

perdona a través de ella.

Conclusión

El Espíritu de Jesús

es la fuente de donde nace

la vida en la Iglesia. Sin

ese Espíritu la Iglesia se

transforma en una comunidad

sin sueños, sin utopías,

cargada de leyes rígidas

que no consuelan ni

salvan, de ritos vacíos que

ya no trasmiten la vida de

Dios, pregonera de una

moral de esclavos que no

suscita la verdad que nos

hace libres, y cerrada a los

cambios del mundo y a las

necesidades de las personas,

que necesitan aliento

para vivir, esperanzas para

apuntalar sus vidas.

Este tiempo de Pascua

puede ser propicio para

dejar que el Señor nos

vuelva a comunicar su paz

y sople sobre nosotros su

“aliento de vida”, el Espíritu

que todo lo transforma,

para ser instrumentos de

reconciliación en nuestra

sociedad, tendiendo puentes

de fraternidad, animando

espacios de solidaridad,

anunciando buenas

noticias de salvación para

todos.

De nada sirve escondernos

temerosos frente

al peligro que supone

ser testigos de lo que creemos,

porque en ello se juega

nuestra fe, nuestra vida

de discípulos. Dejarnos

animar por su Espíritu,

sorprendernos por sus impulsos

que siempre renuevan,

escuchar su voz que

nos habla desde

la vida misma,

allí donde el

amor se vuelve

presencia

y sacramento

del mismo

Dios.

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