Dolar Oficial: - Dolar Blue:- Dolar CCL:- Dolar Bolsa: - Dolar Mayorista: -

EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30

28/04/2019 22:09 El Evangelio
Escuchar:

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30 Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó

Jesús: “Te doy gracias, Padre,

Señor de cielo y tierra, porque

has escondido estas cosas a

los sabios y entendidos y se las

has revelado a la gente sencilla.

Sí, Padre, así te ha parecido

mejor. Todo me lo ha entregado

mi Padre, y nadie conoce

al Hijo más que el Padre, y nadie

conoce al Padre sino el Hijo,

y aquel a quien el Hijo se lo

quiera revelar. Venid a mí todos

los que estáis cansados y agobiados,

y yo os aliviaré. Cargad

con mi yugo y aprended de mí,

que soy manso y humilde de

corazón, y encontraréis vuestro

descanso. Porque mi yugo

es llevadero y mi carga ligera”.

Reflexión

Terminada la octava de

Pascua, en la que por ocho

días hemos celebrado la Resurrección

del Señor escuchando

lo que los evangelistas

nos dicen sobre lo ocurrido el

primer día de la semana, las

primeras experiencias vividas

por los discípulos con el Resucitado,

culminando con la aparición

al anochecer del primer

día de la semana en la que, según

San Juan, comunica el Espíritu

a los Once. La experiencia

pascual, que la Iglesia vive

anualmente, expresa la sorprendente

manifestación de

un amor entregado que nos

vincula a todos con la voluntad

salvífica del Padre.

Hoy la Iglesia celebra a

Santa Catalina de Siena, virgen

laica de la Orden de Predicadores,

doctora de la Iglesia

y patrona de Europa. Y al

recordar a esta mujer completamente

entregada a Jesucristo

y a su Iglesia, reconocemos

que desde la experiencia vivida

por ella, somos animados a dejarnos

iluminar por la Palabra y

a tratar de vivir como hijos de

la luz.

El apóstol San Juan nos ha

señalado en su primera carta,

la necesidad de la coherencia

entre lo que decimos y lo que

vivimos. No estamos, ciertamente,

en la plenitud de la perfección,

sino en camino y por

lo mismo en medio de los desalientos

que pueden asaltarnos

por las múltiples circunstancias

adversas en que estamos

insertos. El mensaje recibido:

“Dios es luz sin ninguna

oscuridad”, abre un acceso

nuevo para todos los que lo

acogen. En medio de las tinieblas

ha brillado la luz de Jesucristo

resucitado. Una luz que

no deslumbra sino que capacita

para mirar con ojos nuevos

la realidad de todas las cosas,

la creación nueva que ha comenzado

a existir gracias a la

muerte y resurrección de Cristo.

Esta iluminación interior recibida

mediante el bautismo

por el que somos incorporados

a la muerte y resurrección

de Jesús, nos vincula con él y

establece la comunión de vida

con los hermanos. Juan dirá:

“entonces estamos unidos

unos con otros y la sangre de

Cristo nos limpia los pecados”.

Reconocer nuestra condición

de pecadores y la necesidad

de ser lavados en la sangre

de Cristo es situarse en la verdad.

Una verdad, la de Cristo,

que produce la liberación interior

y capacita e impulsa a vivir

en la libertad de los hijos

de Dios. Negar que somos pecadores

nos aparta de Cristo

y nos priva de participar como

beneficiarios de la obra de

la redención. ¡Oh, feliz culpa,

que mereció tal redentor! cantamos

en la noche santa de la

Pascua. El jubiloso pregón pascual

que aclama al Señor resucitado,

vencedor de la muerte

y dador de la plenitud de la gracia

inunda de alegría y nos pone

en misión para comunicar

esta alegría de modo que contagie

a los otros y sea notoria

su causa: El Señor ha resucitado,

por eso ¡alégrate!

Mateo en el sermón de la

montaña recoge esta afirmación

de Jesús. Los discípulos

son luz del mundo y sal de la

tierra. Lo son porque han acogido

su palabra, a él mismo que

es la Palabra salida de la boca

de Dios, en la que está la vida

que ilumina a todo hombre

que viene a este mundo. Sólo

se puede iluminar desde la

acogida de la Palabra y el deseo

de estar en comunión con

ella. Catalina de Siena se lo dirá

a sus sobrinas en Montepulciano

en cuyo monasterio dominicano

vivían: “todo lo que se hace

con santo deseo y amor de

Dios es oración” o lo que es lo

mismo: todo lo que se desea

por el amor de Dios nos mantiene

en comunión con él y si

esto ocurre, no cabe duda que

se acrecentará la comunión

fraterna. No se puede separar

esta vida de intimidad con Dios

de la comunión en la que Cristo

nos ha establecido. La entrega

de su vida para reunir a los hijos

de Dios dispersos genera la

perfecta comunión a la que tenemos

que aspirar.

La santa de Siena así lo vivió

y trabajó hasta consumirse

para que la Iglesia, Esposa de

Cristo, superara todas las situaciones

que empañaban esta

calidad de vida y misión. Canta

a la Sangre de Cristo en la que

hemos sido redimidos. La invoca

para que la comunidad cristiana

sea consciente de lo que

ha recibido y administra en favor

de todos los hombres.

Lo que debes saber
Lo más leído hoy