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EL LIBERAL . Santiago

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,29-33

02/06/2019 22:30 Santiago
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Lectura del santo evangelio según san Juan 16,29-33 Lectura del santo evangelio según san Juan 16,29-33

En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: - “Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios”.

Les contestó Jesús: “¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo”.

Reflexión

La madurez en la fe no se adquiere de golpe. Hay una evolución progresiva en la experiencia creyente. Este fragmento de los Hechos de los Apóstoles nos muestra a unos discípulos todavía poco familiarizados con la nueva fe que profesan. Aún no han oído hablar “de un Espíritu Santo”. Probablemente el nombre les suene, pero no son conscientes de que, después de Pentecostés, el don del Espíritu Santo ha sido derramado sobre la comunidad en pleno.

Estos hombres han sido evangelizados probablemente por Apolo, todavía poco versado en la vida de la nueva comunidad. El bautismo que han recibido es sólo el de Juan. Pablo les aclara que ese bautismo era de conversión, pero que el mismo Juan el Bautista hablaba de Jesús, el que tenía que venir y en el que tendrían que creer.

“Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús”. Lo que caracteriza al bautismo cristiano es la invocación del Nombre (es decir, de la persona) de Jesús y el don del Espíritu, que reside en cada uno para llevarlo al conocimiento pleno del mensaje de Jesús y a vivirlo con gozo y con fidelidad. El Bautista también había dicho: “Yo os bautizo con agua, pero detrás de mí viene uno que os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Bautismo y Espíritu son indisociables en la identidad de los cristianos.

La presencia en ellos de ese Espíritu se manifiesta en varios signos: hablar en lenguas y en nombre de Dios (esto segundo es básicamente la profecía). Todo cristiano, en virtud de su bautismo, es un profeta, aunque no siempre ejerza como tal.


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