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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,18-26

07/07/2019 23:00 El Evangelio
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Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,18-26 Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,18-26

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: “Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá”.

Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría.

Jesús se volvió y, al verla, le dijo: “¡ánimo, hija! Tu fe te ha curado”.

Y en aquel momento quedó curada la mujer.

Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: “¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida”.

Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.

Reflexión

Es un relato el que nos ofrece esta lectura, que ha merecido abundante estudio y reflexión por parte de autores sagrados. Y que también ha gustado a quienes defendían el derecho del pueblo judío a ocupar el territorio de Palestina. Era Dios quien se lo había entregado a quien da nombre a su pueblo, Jacob, llamado también Israel.

Se ha considerado como relato cargado de sentido la visión de la escalinata que une cielo y tierra. Expresión del deseo de toda la humanidad, presente en toda religión y cultura, de conectar con lo divino.

La tierra, la dura tierra representada por la piedra que le sirve de almohada y se convertirá en ara de sacrificio, es el lugar por excelencia de lo que será la “casa de Dios”.

Mas la casa de Dios es la tierra entera, no solo la que entrega Dios a Jacob. Ese es el mensaje de Jesús que completa el del Génesis. Dios amó al mundo en general y le entregó a su hijo; Jesús enviará a sus apóstoles a todo el mundo, a bautizar y proclamar su mensaje. Dios creó por amor y ese amor sigue extendiéndose a toda la creación. Quien lo ha de percibir en ella es el ser humano para quien realizó su obra creadora.

Y el ser humano, con amor, ha de continuar la obra creadora de Dios con el mismo carácter universal que lo hizo Dios y proclamó Jesús. Este mundo es casa de Dios. Es “lugar terrible”, es decir: algo que ha de imponernos respeto. Es la “puerta del cielo”, el inicio o anticipo de él. En que sea así hemos de esforzarnos.

Sí dice Jesús que sucede: es la fe la que cura. Y la que resucita a muertos. Es un personaje, dice el texto, una persona relevante, quién se arrodilla ante Jesús para pedir nada menos que Jesús “ponga las manos sobre su cabeza y vivirá”.

Hay que tener fe. Primero para siendo un personaje arrodillarse ante Jesús. Algo vio en Jesús, que los ojos no veían. Tuvo fe en él, confianza en él, y a él se entregó, casi adorándole, de rodillas. Jesús está en la línea que mantuvo la tentación del desierto de que podía subirse a lo alto del templo lanzarse al vacío sin que le pasara nada porque los ángeles le protegerían. l


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