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La histórica comarca, según la visión de un apasionado de la historia local

20/07/2019 23:00 Interior
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Villa Quebrachos fue un pujante

pueblo del sur de la provincia

de Santiago del Estero,

cuyo esplendor lo alcanzó a fines

del siglo XIX y principios

del siglo XX. Fue fundada alrededor

del año 1850, por la familia

Fernández-Cuenca. Pero,

nos abocaremos a narrar lo

sucedido en este pueblo a partir

del año 1920 a 1940 aproximadamente,

basándonos en

el testimonio oral de antiguos

pobladores. Jacinta Coronel

(1920-2017) y Ramona Serrano

(1916-2012), ya fallecidas,

son dos de esas inestimables

fuentes.

De este otrora “pintoresco

pueblo”, en la actualidad solo

han quedado sus ruinas. Transitando

sus solitarias calles y

esas derruidas casas, intentaremos

reconstruir un recorte

temporal de su historia.

Se sabe que los tiempos de

bonanza fueron decayendo a

partir del año 1935, época en

que se produjo el éxodo masivo

de los habitantes de Quebrachos

a los nuevos pueblos

nacidos a orillas de las vías del

Ferrocarril Central Argentino:

nuevas estaciones como Sumampa,

Sol de Julio y Ramírez

de Velazco.

Cuando una de nuestras entrevistadas,

Jacinta, nació, los

pioneros de Villa Quebrachos

ya habían fallecido; el coronel

Juan Manuel Fernández y su

esposa, Consolación Argañaraz,

ya descansaban en el mausoleo

familiar que sobresalía

en el cementerio de esta localidad.

Por lo tanto, a ese primer

período de gestación e inicio

de la villa no nos referiremos

en este trabajo, nos enfocaremos

en el segundo período de

esplendor y decadencia, de un

pueblo que en la actualidad se

resiste a morir.

Trazado como la mayoría de

los pueblos del interior, en forma

de damero, la villa tenía su

plaza en el centro, su iglesia,

una cuadra rodeada de casonas

con fachadas al estilo francés

e italiano. En los alrededores,

el trazado de las cuadras

continuaba, pero las casas eran

tipo ranchos, aunque siempre

prolijos, blanqueados con cal.

Los sitios estaban separados

por tapias, hebras de alambre

o envarillados de jarilla; así como

en los alrededores podían

encontrarse cercos de ramas y

cardones.

“La mayoría de las casas estaban

adornadas con enredaderas

y plantas de flores, desde

la casona céntrica hasta el rancho

más humilde. En este sentido,

era de admirar la casa de

don Pedro Cañete, ésta quedaba

hacia el norte de la plaza por

el camino que va a Los Cóndores,

allí doña Clarita, su esposa,

tenía un jardín excepcional,

con flores de variadas especies:

nardos, rosas, retamas, claveles,

geranios, achiras y cuántas

plantas de flores más. A esta

señora le solían comprar flores

para las alumbradas”, según

recordara doña Jacinta

Coronel.

“Alrededor del año 1920,

en este pueblo santiagueño rara

vez podías encontrarte con

un automóvil, se veía gente de

a pie; por lo general, los hombres

andaban a caballo, los niños

en burros, cada casa tenía

una zorra para traer leña o acarrear

agua y eran muy pocos

los vecinos que tenían sulkys.

Los que tenían sulkys eran don

Humberto Tejera, don Gabino

Juárez y los Córdoba que solían

venir de Terán; en realidad

este medio de transporte se difundió

ampliamente después

del año 1932 en que pasó el ferrocarril,

ya que en los vagones

de carga traían los sulkys desarmados

desde la Pampa Húmeda,

los peones golondrina

que iban a trabajar al Sur”, se

desprende del relato de Ramona

Serrano.

Era un pueblo laborioso que

comenzaba sus actividades

temprano, todo estaba relacionado

con la producción ganadera.

El golpeteo de morteros,

el canto de los gallos, los silbidos

de los paisanos y el balido

de la majada marcaban el comienzo

de la jornada.

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