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Monseñor Melitón Chávez, testimonio de un sobreviviente

04/08/2019 08:33 Interior
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Monseñor Melitón Chávez, testimonio de un sobreviviente Monseñor Melitón Chávez, testimonio de un sobreviviente

Por Oscar Gerez, de EL LIBERAL

Estuvo en coma 27 días. Trabajaba en su labor pastoral en AÑatuya cuando se topó con una terrible neumonía complicada con Gripe A. La pasó muy mal. En algún momento, los médicos pensaron que se les escapaba de las manos. Decir que pudo sobreponerse es enunciar un resumen que deja de lado un proceso riquísimo en experiencias y enseÑanzas, que puestas de manifiesto pueden ayudar a otras personas a aceptar, entender y sobrellevar sus propias cargas. Porque nadie está exento de sufrir una cruel enfermedad y muchos tenemos ejemplos cercanos de gente querida que está sufriendo ahora mismo.

¿Cómo afronta una persona de fe, las dolorosas consecuencias de una enfermedad que irrumpe y cambia la vida de todos, del que la sufre y la de su entorno? Quizá conociendo el caso de monseÑor José Melitón Chávez, obispo de AÑatuya, se puedan encontrar algunas respuestas.


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El padre Melitón –como prefiere que lo llamen-, aceptó hablar con EL LIBERAL del tema en una charla íntima y franca desde Tucumán, donde todavía permanece en recuperación.

- Mi experiencia ha pasado, de no haber tenido nunca un problema de salud serio, excepto alguna cuestión más o menos crónica, como la diabetes tipo B que uno la maneja bien (yo pensaba que manejaba bien todo) a tener de repente un problema grave. Estaba ejerciendo mi labor pastoral en AÑatuya y en toda la zona del Chaco santiagueÑo. Es una tarea muy exigente, mucho esfuerzo, con mucho ritmo, mucho andar, siempre en el camino. Escaseaban poco a poco los recursos humanos, se había muerto un sacerdote un mes antes, tenía un nivel de estrés físico y psíquico bastante fuerte, tampoco estaba vacunado, y eso hizo que decayera mi salud, no fue de un día para el otro, todo el mundo observaba que yo no estaba con buena salud, todos menos yo, hasta que un día, de golpe, caigo enfermo, perdí la conciencia, fue una neumonía muy grave y Gripe A derivada en neumonía.

- ¿CóMO VIVIó EL IMPACTO DE ESE MOMENTO?

- Lo peor de mi enfermedad lo viví estando inconsciente. Estuve inconsciente desde el 18 de julio (de 2018) y vengo a despertar en una terapia intensiva de un hospital de Tucumán por ahí del 15 de agosto. Simplemente fue despertar, porque físicamente estaba muy deteriorado; había perdido 35 kilos casi, sin ninguna fuerza física ni para toser.


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Ahí comencé a recobrar la conciencia, dándome cuenta de lo que me iban contando, de toda la cobertura que hubo, no sólo de fe religiosa sino de profunda humanidad, de solidaridad de tanta gente, tanto de Santiago, de AÑatuya, como de Tucumán, familiares y amigos; gente que rezaba muchísimo por mí. Eso fue para mí un refuerzo espiritual muy grande, el saberme bien atendido, en el hospital también, donde hubo una tarea muy buena en lo profesional, en lo humano, eso me ayudó mucho a ir saliendo.

- ¿LE COSTó ACEPTAR LA ENFERMEDAD?

- Me costó mucho aceptar en su momento los límites físicos que implicaba, sobre todo cuando estaba en la terapia. Sin embargo, el saber que estuve tantos días inconsciente y que pude despertarme al fin, mi experiencia espiritual ha sido de una inmensa gratitud a Dios. Tengo registros de sueÑos que tuve mientras estaba inconsciente en los que yo daba testimonio público de mi sanación, aún cuando estaba ahí en coma.  Hay uno que lo tengo muy grabado con la Virgen, me doy cuenta que ha estado muy presente la mano de Dios en este salir, porque estuve en una situación muy crítica. Varias veces con el anuncio ya del fin de mi vida, pero de eso yo no me enteraba, se enteraba el contexto médico y familiar.


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- ¿SOÑó CON LA VIRGEN?

- Sí. En ese sueÑo yo daba, delante de un público, testimonio cierto de que quien me había sacado de la muerte era la Virgen. Todos mis sueÑos han ido en ese orden, yo no estaba consciente, estaba en coma inducido, intubado porque mis pulmones no funcionaban. Estaba preconsciente, pero tal vez tenía una percepción de lo que pasaba a mi alrededor y de eso hablaban mis sueÑos. Siempre estoy volviendo sobre esos sueÑos como para no dejar de aprender y para no olvidarme de lo que pasó. Siempre es bueno acordarse de dónde uno ha sido rescatado.

- SE PREGUNTó ¿PORQUé LE PASó ESTO A USTED?

- Recuerdo que el médico que me atendía, cuando desperté en la terapia, me dijo: “Padre, gracias a Dios está saliendo, va a demorar un poco, va a ser lento el proceso, pero usted ya está fuera de peligro”. Y agregó algo importante: “Dios debe querer algo para usted, o de usted, para haberlo mantenido en este mundo, Dios le tiene preparada una misión’…

Yo ya tenía semejante misión de ser obispo en AÑatuya, y para mí era realmente un llamado de Dios al que respondía con generosidad. La fe del pueblo de Dios me ayudó muchísimo no solamente a salir, sino también a valorar mi vida y mi misión. Justamente, hablando con el nuevo obispo de AÑatuya, le dije que estoy como en deuda con Dios, le agradezco siempre, pero no termino todavía de elaborar todo lo pasado, todo lo que puede servirme de aprendizaje, sé que tengo que seguir aprendiendo, seguir siendo discípulo, aprender a no ser autosuficiente ni ganador, sino siempre necesitado de Dios y de los demás. Creo que ese es el gran aprendizaje que no acaba nunca, que llega hasta el final de la vida, y si hay algún don que uno pueda entregarle a la gente, sobre todo a la más sufrida, más sencilla, es justamente ese aliento, el saber que Dios está al lado del que sufre. Dios no es insensible ante el sufrimiento de sus hijos, para nada, no es un Dios de los fuertes, sino de los débiles. Hay algo muy lindo que dice el apóstol Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

Por eso, ponerse al lado del enfermo, ponerse al lado del más débil, humanamente hablando, es la mejor forma de vivir; uno aprende más junto al enfermo, junto al pobre, junto al descartado, es donde más se aprende de Dios y de lo humano. Esa es la enseÑanza que yo he recibido y es de lo que tengo que dar testimonio siempre. Esa es mi experiencia. Dios ha permitido esta enfermedad para tener la experiencia de la cercanía de Dios y poder también dar testimonio de eso delante de los demás, como usted me está dando gratamente la oportunidad de dar este testimonio que no siempre tengo la ocasión de darlo.

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