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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,1-9)

05/08/2019 23:02 El Evangelio
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Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,1-9) Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,1-9)

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.”

Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: “éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”.

Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: “Levantaos, no temáis.”

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.

Comentario

Hoy la humanidad no puede olvidar que también hoy conmemoramos el aniversario del bombardeo de Hiroshima, que es como decir el aniversario de una de las páginas más antihumanas del siglo XX. Hiroshima es el símbolo, no de una trans-figuración, sino de una horrible des-figuración.

Despertados por la memoria de todas las desfiguraciones que nos ofrece la historia pasada y reciente, fijemos ahora nuestros ojos en la escena de la transfiguración de Jesús. La tradición ha situado la escena en el monte Tabor. El texto de Mateo se limita a decir que “en un monte alto”. Imaginemos la escena en tres tiempos: subida, estancia y bajada.

Mientras suben, los discípulos llevan en su mochila el desconcierto causado por las palabras que Jesús les ha dicho un poco antes (cf Mt 16,24-28). No saben qué significa cargar con la cruz o perder la vida para ganarla. Nosotros subimos también a ese Tabor con nuestras dudas y aflicciones. Y la ascensión se nos hace pesada. El camino da vueltas y vueltas.

En la cima del monte tiene lugar una experiencia de la belleza de Dios. Debió de ser de tal magnitud que Pedro, en nombre de los otros, exclama: “¡Qué bueno/bello es estar aquí”. También podría haber dicho: “Si seguirte a ti consiste en esto, yo me apunto en seguida”. Es la experiencia de ver que “todo concuerda”: Moisés (la ley) y Elías (los profetas) levantan acta de que Jesús no es un impostor sino el Mesías anunciado (“conversaban con Jesús”).

Por si fuera insuficiente el testimonio de estos dos notarios del Reino, se oye la voz del que todo lo puede: “Este es mi Hijo amado”.

Tanta concordancia produce miedo. Y otra vez, como en el relato de ayer, Jesús tiene que repetir el mismo mensaje: “No tengáis miedo”.

Pero añade algo: “No se lo contéis a nadie”.

La bajada debió de ser en silencio. Hay experiencias para las cuales no disponemos de palabras adecuadas. Y, sin embargo, se trata de experiencias que nos permiten seguir caminando en el llano con más sentido y con más esperanza.

¿No os parece que es imposible acercarse a los rostros desfigurados sin haber experimentado la transfiguración de Jesús? ¿O acaso en los rostros desfigurados es donde se produce hoy la verdadera transfiguración?


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