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Lectura del Santo Evangelio según San Juan (12,24-26)

10/08/2019 00:16 El Evangelio
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Lectura del Santo Evangelio según San Juan (12,24-26) Lectura del Santo Evangelio según San Juan (12,24-26)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará”.

Comentario

Hoy celebramos la fiesta de San Lorenzo, que es un mártir muy popular. A pesar de ser lejano en el tiempo (murió en el año 258), su memoria está viva en el pueblo cristiano. De hecho, en este día se celebran las fiestas patronales de muchos pueblos de España. Su nombre está también unido al monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

En esta fiesta se nos propone un evangelio luminoso. Jesús nos recuerda que “el grano de trigo seguirá siendo un único grano, a no ser que caiga dentro de la tierra y muera; sólo entonces producirá fruto abundante”.

Estas palabras retratan a la perfección al diácono Lorenzo. él supo entregar la vida y por eso es fuente de vida. Pero caigamos en la cuenta de que las palabras de Jesús no son pronunciadas en el vacío. Son la respuesta a Felipe, a Andrés y a unos griegos que habían mostrado mucho interés en conocerlo. Jesús no aprovecha su tirón popular para presentar un mensaje acomodaticio, al gusto de sus admiradores. No lo hace porque no quiere engañarlos. Los ama tanto que les revela dónde está el secreto de la verdadera vida. Se lo dice con la parábola del trigo y se lo dice también abiertamente, para que no se sientan frustrados en su griega racionalidad: “Quien vive preocupado por su vida, la perderá; en cambio, quien no se aferre excesivamente a ella en este mundo, la conservará para la vida eterna”. ¿Se puede decir más claro?

“Donde esté yo, allí estará mi servidor”, dice el Evangelio. Bien lo sabía San Lorenzo, diácono de la iglesia de Roma, lo había aprendido de su Maestro y Señor, Jesús de Nazaret. Sólo disfrutamos de vida si la entregamos. El que reserva la vida para sí, la pierde, el que la entrega por amor, la gana.

Se trata de vivir el amor, la entrega a Dios y a los demás. Si a alguien, como le ocurrió a San Lorenzo, le quieren obligar a renunciar a Jesús y a su camino de amor... prefiere ser martirizado, morir.

Sabiendo que en ese morir martirizado, abrasado, encuentra la vida. “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo que el alma no pueden matarla”. Conociendo que su destino no iba a ser su destrucción en la nada por el fuego, que le esperaba algo mucho mejor: “Donde esté yo, allí estará mi servidor”. “Venid, benditos de mi Padre, a disfrutar del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.

A nosotros nos toca sembrar generosamente a favor de nuestros hermanos, los hombres. Dios, nuestro Padre, multiplicará nuestra siembra, como hizo con Jesús.


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