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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 12, 32-48

10/08/2019 21:45 El Evangelio
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Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 12, 32-48 Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 12, 32-48

Lucas intercala estas “instrucciones” de Jesús a los discípulos en el contexto de su camino a Jerusalén donde consumará su ministerio público: “Vended vuestras posesiones y dadlas como limosnas. Haced bolsas que no se estropeen, un tesoro inagotable en el cielo”. El seguimiento de Jesús y la búsqueda del Reino suponen una exigencia radical: nada puede interponerse en el seguimiento del Señor. El desprendimiento de los bienes materiales produce una mayor disponibilidad para vivir el discipulado y de esta manera construir la fraternidad en la comunidad tal como lo señala Lucas respecto de las primeras comunidades cristianas. Las posesiones materiales esclavizan a los hombres y producen desigualdad cuando son puestas como el centro de la vida y no se reconoce en ellas su destino “universal”.

Para el discípulo lo más importante es la búsqueda del Reino, allí debe estar puesto su corazón, es decir, sus aspiraciones y deseos más profundos. De esta manera, siguiendo a Jesús en la construcción del Reino, atesoramos en el cielo, donde lo conseguido no puede corromperse ni destruirse.

Del desprendimiento de los bienes materiales, Lucas pasa a la “vigilancia” y “fidelidad” del discípulo en la espera de la venida del Señor. No pueden distraerse en cuestiones secundarias y superficiales, su conducta debe estar centrada en el servicio del Reino, en el anuncio de la Buena Noticia, en la realización del proyecto de Dios para la humanidad. Ese y no otro, debe ser el horizonte de sus aspiraciones y de sus compromisos cotidianos. Servir a la causa del Reino es el mayor de los tesoros.

Conclusión

Ser discípulo de Jesús exige actitudes radicales que a simple vista pueden desalentar a aquellos que atraídos por su Palabra pretenden seguirlo. Desprenderse de los bienes materiales, estar en vigilancia continua y al servicio de la causa del Reino, puede amedrentar hasta aquellos más audaces y disponibles. Es cierto que el discipulado es exigente, y necesita de actitudes radicales, pero es bueno saberlo, que en el origen del llamado está el amor de Dios que salva y que pretende que su Reino se instale entre nosotros; más aún, es él quién nos acompaña en el caminar y nos ayuda a descubrir la felicidad del Reino, y además, en el colmo de su amor, nos promete compartir la mesa y servirnos si nos encuentra vigilantes.

Desprendimiento, fidelidad, servicio, parecen palabras lejanas en el imaginario colectivo de nuestra sociedad. Sin embargo, para Jesús, son el centro de su mensaje y la carta de presentación de sus discípulos.


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