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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 23, 23-26.

26/08/2019 22:43 El Evangelio
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Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 23, 23-26. Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 23, 23-26.

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo:

- “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad!

Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.

¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera”.

Reflexión

Al hablar de Dios, predicar su Palabra, quizá podamos caer en el error de pensar que no llega, que no es escuchada, que en los tiempos que nos ha tocado vivir, es inútil... Pero Pablo en su tiempo predicó la Palabra de Dios, fue a Tesalónica y dejó admirados a todos. No fue inútil su predicación porque venía de la Vida, de la propia experiencia.

El Evangelio fue anunciado en aquella ciudad, y llegó al corazón de sus gentes: hizo que Cristo entrara en las vidas de aquellas personas.

Quizá a veces es difícil predicar el Evangelio cuando hay oposición, pero en medio de toda oposición y sufrimientos, si nos apoyamos en Dios, si Dios se hace vida en nosotros, nos dará fuerza y valor para hacerlo. Pablo no dejó de predicar a pesar de toda esa oposición que encontró en Filipos. Pablo hablaba directamente del Evangelio, sin edulcorarlo, hablaba desde la experiencia.

Todos somos predicadores del Evangelio y, como Pablo, debemos hablar de Dios sin miedo, sin tapujos, desde la Verdad que se nos ha enseñado.

Aunque nuestra naturaleza humana está llena de pecado, Pablo en ningún momento se dejó llevar por los prejuicios, ni fue engañando, ni fue codicioso, aún por la ayuda económica que podría haber recibido. Sus motivos para llevar el Evangelio estaban llenos de pureza, de sinceridad, de verdad.

Así debemos predicar nosotros también, sin prejuicios, sin miedos, sin esperar que nos suban a ningún pedestal, siempre sencillos y llenos de humildad. Para transmitir la Palabra de Dios, necesitamos mirarnos por dentro, ser honestos con nosotros mismos, y revisar nuestro corazón para saber si estamos haciendo todo lo que podemos para llevar el mensaje de Jesús, con firmeza, con esperanza, con alegría.


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