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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (12,35-38)

21/10/2019 22:00 El Evangelio
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Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (12,35-38) Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (12,35-38)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos”.

Comentario

Estos cuatro versículos subrayan en su brevedad una actitud espiritual no siempre fácil de mantener como es la virtud de la vigilancia.

Esta llamada a la vigilancia se funda en el hecho de que la hora del retorno de Jesús es imprevisible. Un elemento constitutivo de esta espera vigilante es la actitud de servicio, especialmente para aquéllos a quienes se ha confiado el cuidado de la comunidad. El amo valora tanto la vigilancia de sus criados que “se ceñirá las ropas de servicio, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirles”, reconociendo así que no sólo son dignos de confianza, sino que se han convertido en su familia por su fidelidad.

En la actualidad, la “vigilancia” tiene especiales connotaciones sociales a las que no se refiere el texto del Evangelio, pero que vale la pena tener en cuenta. De hecho las “cámaras de vigilancia” están a la orden del día para disuadir a ladrones y estafadores y cualquier contravención de la ley en el tráfico y en cualquier otra actividad social.

Ya nadie duda de que todos estamos vigilados, observados y fichados. En el paseo, en el mercado, en el colectivo, en el banco, en el tren, en las canchas deportivas, en el estacionamiento, en las rutas... alguien nos está mirando por el ojo de las nuevas cerraduras digitales. Cada uso del ordenador, de internet o de la tarjeta de crédito deja huellas imborrables que delatan nuestra identidad, nuestra personalidad, nuestras inclinaciones. Evidentemente no nos sentimos cómodos con tanto control.

En antiguos catecismos se presentaban estampas con el “ojo escrutador” de Dios que nos controlaba: “mira que te mira Dios, mira que te está mirando”, decía el versito.

Jesús no nos habla así del Padre. El santo temor de Dios no depende de cámaras de vigilancia, sino que brota de un amor tierno y filial y expresa una confianza absoluta en la misericordia del Padre.

El Evangelio nos brinda la clave para permanecer en la responsabilidad: vivir atentos.

Velar no tiene nada que ver con una actitud preventiva o desconfiada, bien al contrario, consiste en la atención serena de quien se sabe en camino, de quien desconoce los tiempos y los modos, pero sabe en quién ha descansado la confianza. Esta atención sostenida cristaliza el deseo y lo anticipa.

Interesante el detalle que sitúa al criado “dentro”. Vivir atentos es lo propio de quien ya está en casa, del discípulo que se fragua en el silencio y goza de intuir al que ama. Sabe que cada instante lo merece todo.


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