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Los desafíos económicos a enfrentar por Argentina en el período 2020-2023

02/11/2019 21:14 Opinión
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ANáLISIS

Por castor lópez (*)

Hay una serie de variables sobre las que no tenemos control que representan serios desafíos y por las cuales, probablemente, enfrentaremos un ciclo de un contexto externo que no será “confortable” por los efectos de, al menos, 5 causas.

En primer término, en numerosos y variados países del mundo y en la región de Latinoamérica se ha iniciado una renovada “era” de movilizaciones públicas de malestar social y de disconformidad hacia los gobiernos ante cualquier medida de austeridad fiscal, movilizaciones estás que no están exentas de las dosis de oportunismo político.

En segundo lugar, los precios relativos de nuestros productos exportables son los más bajos de la última década y nada hace pensar que estos desfavorables “términos de intercambio” se revertirán, al menos en el corto plazo.

En tercer término, la guerra comercial entre los EE.UU. y China ya lleva más de 2 años, se prolonga y frena al crecimiento de ambas economías y, como consecuencia, a sus capacidades de tracción de la producción y del comercio global.

En cuarto lugar, ya en nuestra región de Sudamérica, al margen de las discrepancias políticas y hasta personales del presidente de Brasil con el presidente electo, Brasil continúa sin poder aún reactivar su economía, que siempre ha sido un importante “motor” anexo de la nuestra.

En quinto y último término, el acuerdo comercial del Mercosur con la Unión Europea se sigue demorando y, con ello se postergan nuestras posibilidades de incrementar pronto la exportación y el necesario ingreso de divisas al país.

La muy compleja situación actual de Argentina está dada por el relativo alto nivel de endeudamiento de su sector público y por el muy ajustado cronograma de los próximos vencimientos que enfrenta, además de la simultánea, generalizada y persistente pérdida de la confianza interna en su moneda nacional, que ha derivado, de hecho, en una dolarizacion de su economía.

Pero, es la interacción de ambas situaciones lo que ha provocado el gradual ingreso del país, desde el año 2011, a lo que se denomina una “trampa de estancamiento” económico. Trampa que se inicia con un gasto público mayoritariamente improductivo, cada vez más sesgado solo a salarios, jubilaciones y ayuda social y, por ende, cada vez con menos fondos disponibles para las obras y los servicios públicos, que son los bienes complementarios de la producción privada, y que ayudarían a una más pronta recuperación de la economía argentina.

Esta tipología del gasto público ha sido creciente en su cuantía y precisó de cada vez mayor presión fiscal sobre el sector privado. Esta presión fiscal, a su vez, disminuye a la productividad privada y se reduce así la tasa de crecimiento económico, caen los ingresos, se incrementa el desempleo y la pobreza; y es aquí donde se re alimenta el círculo vicioso, porque la reacción es la de una mayor demanda de gasto público, completando el complejo ciclo continuo de esta muy penosa “trampa”.

Se genera así, una situación de continuos desequilibrios inestables, que profundiza la recesión, incluso con una simultánea inflación creciente por expectativas negativas a futuro y el rechazo de la moneda nacional e incremento de su velocidad de circulación, que resulta en un efecto similar al de la emisión monetaria. Contexto que, ha quedado comprobado del cual no se sale solo con el equilibrio fiscal, porque el alto nivel de gasto público alcanzado ejerce un continuo efecto de “desplazamiento” del ahorro, de la inversión y de la creación de los empleos privados, impidiendo la reactivación económica.

La salida de esta “trampa” en que se encuentra nuestro país, sería un programa de estabilización con crecimiento simultáneo. Qué necesitaría de 2 grandes condiciones iniciales. En primer lugar, de la denominada “viabilidad política”. El inevitable malestar de la necesaria austeridad de corto plazo, solo se tolerará si se la considera equitativa y se tiene la esperanza en la solución de mediano y largo plazo. A su vez, esa esperanza solo se logra con un programa de estabilización económica responsable y serio, que genere un suficiente consenso en la clase dirigente y en la confianza general en el.

En segundo término, sin acceso al crédito voluntario externo ni interno y retornando nuestro país a una situación de “economía de frontera”, en la cual los mismos estatutos de los bancos y de los fondos de inversión impiden darle crédito, resulta imprescindible la continuidad del apoyo financiero del FMI al gobierno, transformando el actual préstamo de corto plazo, o “stand by”, en un nuevo acuerdo de facilidades extendidas, fundamentalmente en los términos de acordar mayores plazos de pago.

Solo con el cumplimiento de, cuando menos, con estas 2 grandes condiciones iniciales, el objetivo de volver a crecer, después de casi una década, podría dejar de ser una utopía. Inmediatamente, surgirá el desafío que ese crecimiento sea sostenible en el mediano y largo plazo, dejando atrás la penosa historia de las cíclicas crisis de nuestro país. l

 

(*) Presidente de la Fundación Pensar a Santiago.


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