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Falsos mitos sobre el cambio climático

Tips para cuidar el medio ambiente

Tips para cuidar el medio ambiente.

16/11/2019 21:52 País
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Falsos mitos sobre el cambio climático Falsos mitos sobre el cambio climático

El cambio climático no

es más que una parte del ciclo

natural

El clima de la Tierra nunca

ha dejado de cambiar, pero el

estudio de la paleoclimatología

o, lo que es lo mismo, los “climas

antiguos”, demuestra que

los cambios acontecidos durante

los últimos 150 años (desde el

comienzo de la Revolución Industrial)

no pueden ser naturales

por su excepcionalidad. Los

resultados de los modelos indican

que el calentamiento previsto

para el futuro podría no

encontrar precedentes en los últimos

cinco millones de años.

El argumento de la “naturalidad

de los cambios” esgrimido

por los negacionistas se

apoya en que el clima terrestre

aún se está recuperando de

las frías temperaturas de la Pequeña

Edad de Hielo (1300 d.C-

1850 d.C.), y que las que tenemos

en la actualidad son las

mismas que las del Período Cálido

Medieval (900 d.C.-1300

d.C.). La laguna de dicha apreciación

es que ambas etapas no

supusieron cambios globales,

sino regionales, que afectaron

al noroeste de Europa, al este de

América y Groenlandia.

Los cambios se deben a

las manchas solares o a los

rayos cósmicos

Las manchas solares son regiones

de la superficie del astro

que albergan una intensa actividad

magnética y pueden ir

acompañadas de erupciones solares.

Si bien estas manchas poseen

la capacidad de modificar

el clima de la Tierra, desde 1978

los científicos han empleado

sensores en satélites para obtener

un registro de la energía solar

que llega al planeta y no han

observado la existencia de una

tendencia ascendente, por lo

que no pueden ser la causa del

calentamiento global reciente.

Los rayos cósmicos son radiación

de alta energía originada

fuera del sistema solar, surgida,

quizá, en galaxias lejanas.

En alguna ocasión se ha señalado

que estos rayos podrían ser

uno de los motivos por los que

se “fabrican” las nubes, por lo

que si se redujera la cantidad de

rayos que alcanzan la Tierra disminuiría

el número de nubes, lo

cual haría que se reflejase menos

luz solar en el espacio y que

el planeta se calentase.

El CO2 sólo es una pequeña

parte de la atmósfera,

así que no puede calentar

demasiado

Se trata de un intento de jugar

una carta de sentido común,

pero yerra el tiro. En 1856, la

científica estadounidense Eunice

Newton Foote realizó un experimento

con una bomba de

aire, dos cilindros de vidrio y

cuatro termómetros con el cual

demostró que un cilindro expuesto

a la luz solar que contiene

dióxido de carbono atrapa

más calor y durante más tiempo

que un cilindro que alberga

aire normal. Desde entonces, la

ciencia ha repetido este experimento

tanto en laboratorios como

en la atmósfera llegando a

la misma conclusión una y otra

vez. En cuanto al argumento de

que una parte diminuta de algo

no puede generar un efecto

significativo, basta con recordar

que solo se necesitan 0,1

gramos de cianuro para matar a

una persona adulta, es decir, el

0,0001% de su peso corporal.

Los científicos manipulan

los datos para mostrar

la tendencia ascendente de

la temperatura

No solo no es cierto, sino que

es una maniobra simplista utilizada

para atacar la credibilidad

de los científicos que estudian

el clima. Para que una conspiración

de estas dimensiones fuera

posible, sería necesario que miles

de científicos de más de 100

países se pusieran de acuerdo a

la hora de mentir sobre los datos

obtenidos.

Los científicos corrigen y validan

continuamente la información

recabada. Por ejemplo,

entre nuestras labores está la

corrección de registros históricos

de temperatura, ya que los

sistemas de medición han variado

a lo largo del tiempo.

Entre 1856 y 1941, la mayoría

de mediciones de la superficie

marina se llevaban a cabo izando

el agua con un cubo desde la

cubierta del barco. Este método

no ofrecía garantías, ya que al

principio se utilizaban cubos de

madera y después se emplearon

de lona. Asimismo, el cambio de

embarcaciones de vela a barcos

de vapor alteraba de igual manera

la temperatura del agua, ya

que la diferencia de altura entre

las naves hacía que la evaporación

fuera mayor o menor en cada

caso cuando el agua llegaba a

cubierta. Desde 1941, la mayoría

de mediciones se han realizado

a través del sistema de toma

agua de los barcos, por lo

que no hay que preocuparse por

la refrigeración producida por la

evaporación. (NatGeo)

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