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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según san Lucas (21,1-4)

24/11/2019 22:07 El Evangelio
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Evangelio según san Lucas (21,1-4) Evangelio según san Lucas (21,1-4)

En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: “Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.

Comentario

Anthony de Mello cuenta la siguiente historieta: “Un vagabundo se presentó en el despacho de un acaudalado hombre de negocios a pedir una limosna. El hombre llamó a su secretaria y le dijo: ¿Ve usted a este pobre desgraciado? Fíjese como le asoman los dedos a través de sus horribles zapatos; observe sus raídos pantalones y su andrajosa chaqueta. Estoy seguro de que no se ha afeitado ni se ha duchado ni ha comido caliente en muchos días. Me parte el corazón ver a una persona en estas condiciones, de manera que... ¡Haga que desaparezca inmediatamente de mi vista!

Había un hombre sin brazos y sin piernas mendigando en la acera. La primera vez que lo vi me conmovió de tal modo que le di una limosna. La segunda vez le di algo menos. La tercera vez no tuve contemplaciones y lo denuncié a la policía por mendigar en la vía pública y dar la lata”.

En nuestras ciudades donde es frecuente el encuentro con menesterosos, nos podemos ir insensibilizando paulatinamente sin darnos cuenta; lo que se hace costumbre deja de ser impactante. Por otra parte, en los países del primer mundo nos hemos ido acostumbrando a que de esas cosas se encarguen las diversas administraciones del Estado; eso no es malo, pero nos puede descargar la conciencia con demasiada facilidad. El Estado lo hace con nuestros impuestos, que pagamos no de muy buena gana y, por supuesto, de manera impersonal e insensible. El cumplimiento de las obligaciones fiscales no nos suele llevar a ninguna emoción profunda, a ningún encuentro humano; no nos toca el corazón.

San Lucas pudiera ser designado como “el evangelista de la limosna”. Es el que más relevancia le da, hasta tomarla como criterio de verdadera conversión; hace pocos días leíamos su historia de Zaqueo, en la que subraya que ese recién convertido da la mitad de sus bienes a los pobres. Pero el evangelio de hoy nos lleva más allá: la viejecita da todo, literalmente -dice el texto griego- “toda la vida que tenía”. En esta página web hemos leído alguna vez una anécdota de la gigante Teresa de Calcuta; a alguien que le preguntó cuánto hay que dar a los pobres, ella respondió sin apenas pensarlo: “hasta donde duela”. Dar los “excedentes” es demasiado fácil. Algún Padre de la iglesia dijo que eso no es “dar”, sino “devolver”.

Pero el dar limosna necesita su arte; existe un dar agresivo y humillante, un dar paternalista, desde una actitud de superioridad; y existe un dar gozoso y creador de comunión, donde la dádiva va acompañada de conversación, de interés por la situación de quien pide, por entrar en sus sentimientos. San Vicente de Paul decía a Santa Luisa de Marillac y a su congregación de Hijas de la Caridad: “Sólo por el amor que pongáis en ello os perdonarán los pobres el pan que les deis”.l


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