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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,5-11):

01/12/2019 22:56 El Evangelio
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Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,5-11): Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,5-11):

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:

“Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho”.

Le contestó: “Voy yo a curarlo”.

Pero el centurión le replicó: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace”.

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:

“En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos”.

Comentario

Ayer Isaías, San Pablo y el propio Jesús nos daban la señal de salida en el camino del Adviento: “caminemos a la luz del Señor”; “andemos como en pleno día revestidos del Señor Jesucristo”... “estad en vela... estad preparados”.

Llamadas a la conversión y a la esperanza que resuenan con fuerza en nuestros corazones, tentados de tristeza y desesperanza en medio de tanta oscuridad como nos rodea.

Hemos comenzado el Adviento, y este primer lunes nos sorprende, como sorprendió a Jesús, el testimonio de un extranjero: “Os aseguro que en Israel no he encontrado tanta fe”. Aprender a confiar en el amor incondicional y fiel del Señor quizás sea el primer paso de conversión que hemos de dar para estar atentos a su venida.

En nuestro contexto cultural europeo y occidental, el de los países ricos y poderosos de hoy, mantener esa confianza radical en el amor de Dios encarnado no es fácil. Nuestras sociedades “desarrolladas” o se han olvidado de Dios, o lo han reducido a un falso dios que justifica el lujo y el consumo desmedido a costa de la desigualdad creciente, del injusto empobrecimiento de muchos y de la destrucción de la Naturaleza. Pero también hoy nos encontramos a veces con testimonios sorprendentes de fe.

No hace mucho, una hondureña me confesaba entre lágrimas que creía haber perdido su fe: estaba hundida por la pobreza y la violencia sufridas por su familia, por las injusticias y humillaciones padecidas en sus esfuerzos por emigrar, por las duras condiciones de vida y de trabajo para los que lo conseguían. “¿Cómo puede Dios permitir todo esto?; No lo entiendo: ¿por qué?”.

Sin saber muy bien cómo consolarla, le pregunté por qué había venido a misa y a confesarse si había perdido la fe. La cara se le iluminó con una sonrisa: “Viera, Padre: cuando siento a Jesús cerquita todo se ilumina. He venido porque confío en él, porque sé cuánto nos ha amado y cuánto nos ama”.

Dejémonos sorprender. Cuando menos lo esperamos, algún inmigrante, algún discapacitado, algún sin techo, algún enfermo terminal a pesar de su pequeñez o su dolor, nos puede dar una verdadera lección de fe.l


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