Una huelga masiva histórica desafía la reforma jubilatoria de Macron

PARíS, Francia. Una huelga con la participación de más de 800.000 personas, con enorme seguimiento en sectores neurálgicos como el transporte o la educación, sometió ayer a un duro pulso, que va a prolongarse, a la reforma más arriesgada que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, lanzó en su mandato: las pensiones.

Todavía no se sabe con exactitud en qué consistirá el plan del gobierno para modificar el sistema de jubilación, pero los sindicatos ya tenían marcado este día desde que asumió Macron.

Nunca ocultó el presidente que uno de sus objetivos iba a ser reformar las pensiones, para acabar con los 42 regímenes especiales vigentes ahora y fusionarlos en uno por puntos que otorgue los mismos derechos a todo el mundo.

Tampoco se le pudo escapar a Macron que otros gobiernos ya tropezaron antes en ese intento, ni que debería enfrentarse a la resistencia de sectores con capacidad de entorpecer la actividad en el país.

Y así fue. El paro en los ferrocarriles y el transporte urbano, con una adhesión de entre el 55 y 85%, dificultó la movilidad y obligó a muchos trabajadores a quedarse en sus casas o a ingeniárselas con métodos alternativos.

También el tráfico aéreo sufrió graves perturbaciones, que provocaron la cancelación de entre el 20 y el 30 % de los vuelos, según el gobierno.

Uno de los temores de la jornada era la aparición de elementos radicales, que últimamente no faltaron a un solo acto de protesta de los “chalecos amarillos”. Pese a que ayer hicieron acto de presencia, sus efectos se limitaron a algaradas callejeras que no impidieron un desarrollo pacífico de las marchas.

En ese sentido, se informó que 87 personas fueron detenidas por diferentes hechos.