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EL LIBERAL . El Evangelio

Mateo 2, 13-15. 19-23

28/12/2019 23:57 El Evangelio
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Mateo 2, 13-15. 19-23 Mateo 2, 13-15. 19-23

Después de haber celebrado y vivido el nacimiento de Jesús en la Navidad que nos ha permitido contemplar el misterio de la humanización de Dios y de la divinización de lo humano y de toda la creación, hoy celebramos a la Sagrada Familia de Nazaret.

Jesús nació y vivió en una familia humilde de Nazaret, en situación de exclusión social y marginalidad religiosa.

La familia era muy importante para el nacimiento y supervivencia de una persona. En el seno de una familia judía los niños aprendían todo lo necesario para la vida cotidiana, para sus relaciones humanas, para el mundo del trabajo, sobre todo aprendían a conocer y amar al Dios liberador que había hecho de Israel un pueblo elegido, el pueblo de la alianza.

La familia de Jesús era amplia, no se reducía a José y María. Los Evangelios nos dicen que Jesús tenía cuatro hermanos que se llaman Santiago, José, Judas y Simón y también algunas hermanas a quienes no se nombran.

Nazaret era una localidad rural, en donde la vida era de extrema dureza: el hambre solía asolar en tiempos de sequía o de mala cosecha. Las expectativas de vida no eran alentadoras, las personas vivían alrededor de treinta o cuarenta años.

Jesús conoce muy bien las realidades de su pueblo, las parábolas son un claro ejemplo de ello y una invitación a la esperanza.

La familia de Jesús vivía la fe en un ambiente religioso simple y conservador, alejado de los lugares más importantes de culto, centrado en la lectura de la Torá en la sinagoga del pueblo. Fe simple pero profundamente arraigada en el corazón. Como todo judío rezaba dos veces al día la Shemá (Dt 6,4) en la que afirmaban su fe en Yahvé, el único Dios y salvador de Israel. En ese contexto Jesús fue circuncidado como signo de pertenencia a ese pueblo que tanto amaba Dios.

En la familia, Jesús aprendió el oficio de artesano para ganarse la vida, trabajando la madera y la piedra sobre todo para la reparación y construcción de las precarias viviendas en las que vivía junto a sus vecinos.

Más allá de la familia

Sabemos que para Jesús su familia fue muy importante en la formación humana y religiosa que le permitiría afrontar su ministerio profético. Sin embargo, en un momento de su vida tomo distancia de ella y se fue para cumplir la voluntad de Dios anunciado la llegada del Reino. Aun cuando los evangelios dejan entrever que esta separación de la familia fue crítica en algunos aspectos, gracias a su vida en familia como parte de un pueblo, Jesús pudo hacer de todos una familia para el Padre Dios. Los lazos de sangre, de raza y de religión no fueron un obstáculo para que Jesús llevara adelante su proyecto que incluye una nueva humanidad, en la que todas las personas sin distinción alguna somos parte de la familia humana.

La Fiesta que hoy celebramos nos invita a reconocer en nuestras familias los rasgos más genuinos de humanidad que nos dignifican: el amor, la protección, el diálogo, la solidaridad. Más allá de acentuar un modelo de familia, muchas veces inalcanzable para el común de la gente, las familias cristianas deberían dar testimonio de su misión en el mundo, mostrándose humanamente abiertas a los que viven de manera diferente, a los que profesan otros credos y a aquellos a quienes la vida no les ha dado la posibilidad de vivir con dignidad. Seamos capaces de trascender los límites de nuestra familia de sangre para hacer de toda la humanidad la familia del Padre Dios. l


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