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EL LIBERAL . El Evangelio

Comienzo del Santo Evangelio según San Juan 1, 1-18

30/12/2019 22:51 El Evangelio
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Comienzo del Santo Evangelio según San Juan 1, 1-18 Comienzo del Santo Evangelio según San Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.

él estaba en el principio junto a Dios.

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.

Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo”.

Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.

Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Reflexión

Formamos parte de una sociedad que cede a la tentación de considerar que sólo lo medible y palpable puede ser considerado real. No parece tener cabida la posibilidad de que la existencia pueda tener un sentido nuevo. Es mirar, apreciar y acoger al que vino, viene y vendrá para hacernos hijos de Dios. De este modo nos introduce en un mundo nuevo donde habita la justicia.

San Juan se encarga de poner de relieve no sólo la identidad del que los pastores han reconocido en el pesebre de Belén, sino la de aquellos que habiendo acogido la Palabra, son hechos hijos de Dios por haber creído en ella.

Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Esta afirmación de Juan en el prólogo de su evangelio es de extraordinaria importancia porque nos sitúa en la experiencia original de la existencia cristiana. Va más allá de una visión moralizante, para hacernos ver que, sólo a partir de una generación nueva, un nacimiento radicalmente nuevo “han nacido de Dios”, se puede asumir un modo de ser que surge de esta acogida y se manifiesta con idénticas actitudes que Jesús, el Verbo eterno hecho humano.

No se trata de formas con las que nos revestimos y revestimos nuestras actuaciones, eso no sirve, porque no afecta a nuestro ser. Vienen de afuera y afuera se quedan. Se trataría de una religiosidad desencarnada, inútil en sí misma, que no ha llegado a percibir el alcance de la significación de lo ocurrido: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”.l


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