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EL LIBERAL . El Evangelio

La Palabra se hizo hombre

04/01/2020 21:58 El Evangelio
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El Evangelista Juan describe en etapas la comunicación del logos, es decir, la Palabra de Dios: desde su existencia antes de la creación, hasta la revelación del misterio de Dios en Jesucristo.

El himno se remonta más allá de Adán, pone su mirada en el comienzo del universo. La Palabra existe antes de ese comienzo: “era” o existía antes no como un ser “creado” sino como “Dios”, a pesar de que son diferentes. La Palabra está unida íntimamente a Dios: “estaba al principio junto a Dios”, está como “Palabra” vuelta hacia lo que está fuera de Dios, hacia la aparición de la creación: “todo ha sido hecho por ella y sin ella nada ha sido”. La creación lleva la huella de la Palabra y por lo tanto se incorpora al misterio de la salvación en esa relación dialogal con Dios.

La obra de la Palabra se caracteriza por el don de la vida que comunica a toda la creación. Para que haya vida todo tiene que estar vinculado a ella, que es la fuente de la vida. La vida tiene una finalidad que alcanzar, es una realidad dinámica que se origina y crece en la comunión con Dios. Para Juan los hombres desde siempre, gracias a la Palabra ven la luz que les conduce hasta la plenitud de la vida. La luz brilla en las tiniebla, triunfa sobre ella, el destino de la humanidad no es otro que la Salvación.

El mundo entero es el ámbito de revelación de la Palabra, sin embargo el mundo injustificadamente la rechazó. Pero también hubo una acogida, de manera que el proyecto de Dios se realiza en “los que creen en su nombre”: mediante la Palabra se hacen “hijos de Dios”.

En la última etapa de la historia de Salvación, la Palabra se hace “carne”, pone su morada entre nosotros, se trata de una comunicación “cara a cara”, la manifestación divina se concentra en un hombre, la Palabra se hizo un hombre, está por entero en ese hombre particular que se llama Jesús de Nazaret. Si la Palabra toma figura humana es para hacer participar a los hombre de su ser propio y de este modo manifestar lo que un hombre auténtico está llamado a ser en el proyecto de Dios. La Palabra puso su morada “entre nosotros”, decidió permanecer en nuestra historia, entre todos los hombres, pero especialmente en aquellos que “creen” y son testigos de su Gloria.

La misión de la Palabra es revelarnos y ponernos en contacto con Dios, sólo Jesús nos hace partícipes de la comunión íntima con él.

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