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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura del santo Evangelio según San Marcos (1,21-28)

13/01/2020 22:45 El Evangelio
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Lectura del santo Evangelio según San Marcos (1,21-28) Lectura del santo Evangelio según San Marcos (1,21-28)

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.

Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios”.

Jesús lo increpó: “Cállate y sal de él”.

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen”.

Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Comentario

Jesús continúa alternando las palabras sobre el Reino con acciones que demuestran que ese Reino está ya entre nosotros. En ocasiones, se centra en las necesidades materiales de sus oyentes, como en el caso de la multiplicación de los panes y los peces. Alimento para el alma, y alimento para el cuerpo. No fuera a ser que desfallecieran por el camino.

Hoy vemos un paso más en la lucha contra el mal, o, dicho de otra manera, en la propagación de ese Reino de Dios que ha comenzado con Jesús. La liberación de un endemoniado supone demostrar que el poder de Dios es superior a la fuerza del diablo. El bien vence al mal, aunque a veces no sea tan evidente como en este relato.

Nosotros quizá no podemos liberar demonios, como hacía Jesús. Es tarea de algunos sacerdotes expertos, designados por los obispos, los exorcistas. Pero sí podemos estar cerca de los que sufren, como hacía él. Y tratar de animar, de iluminar, de ser testigos de la fe, de nuestra fe. Con los extraños, y con los cercanos. Con todos.

Y si no sabes cómo cumplir con esta misión, haz como Ana. Ora, pídele al Señor que te dé lo que necesitas, desahógate ante él.

Algo que nos cuesta aceptar. Más bien tendemos a que Dios mire y juzgue de acuerdo con nuestra mirada y el juicio sobre lo que vemos.

Y Dios suele elegir a lo que no elegiría el ser humano para grandes misiones. Su mirada llega a la verdad de lo que es cada persona. Y esa verdad no está expuesta a la mirada del hombre. Su mirada es más profunda y certera; y lo que somos, lo somos en nuestro interior, adonde solo llega la mirada de Dios.

Dios elige no a los que pueden llevar a cabo una misión por su capacidad, inteligencia, prestigio... etc., sino a quien se deja conducir por él. Pues lo que va a realizar es obra esencialmente de Dios.


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