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Dos notas para pensar la lectura

15/02/2020 23:40 Viceversa
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Dos notas para pensar la lectura Dos notas para pensar la lectura

“¿Cómo es que siendo algo tan lindo, a la gente le parece aburrido leer?” Esta pregunta me la ha hecho Micaela, alumna del Taller de lectura que dicto en el Profesorado de Loreto, en el que trabajo. Bueno, ella es una lectora habituada a leer. Más aún, es una lectora que sabe qué le gusta y qué no a la hora de leer. Disfruta con Isabel Allende, Florencia Canale y Alejandro Dolina. Creo que ahora anda fascinada en el mundo de Julio Cortázar.

Pero claro, aquí hablamos de una “muy lectora” en contraste con los “poco lectores” que podemos encontrar en nuestra sociedad. Sobre estas categorías, digamos que han sido desarrolladas especialmente en Francia a mediados del siglo XX para investigar estadísticamente cuánto y cómo leen las personas. Hoy en día las investigaciones aceptan esas categorías como una variable más de las muchas posibles. Así, ponen el acento en el formato de la lectura, lector de libros, revistas, redes sociales, en el contenido, literatura, periodismo, sentencias o frases cortas, o en la edad, niños, jóvenes y adultos, etc.

Sin embargo, el punto a pensar hoy tiene que ver con el modo de acercarnos a la lectura. Así que para lograr un poco del entusiasmo que Micaela le pone a sus lecturas es bueno repasar dos notas que pueden sernos valiosas:

1. Leer es entablar una relación social

En el sentido común, leer suele estar asociado a una suerte de evasión de la realidad. Una frase que daba cuenta de ello – quizá no tan usada hoy- era la que me decía mi mami cuando era chico: “está en las nubes”. Como en esas mañanas frías de invierno en que me sentaba a su lado a leer y ella me preguntaba algo. Mi mutismo le decía que ya no estaba ahí. -Está en las nubes!-, murmuraba bajito.

Y sin embargo al leer, yo estaba conversando con alguien más. Con el autor, con los personajes, con otras personas de otros países y costumbres. Con otros a quienes complementaba en mi lectura de un modo inexacto, pero perfectible.

Esto es así. En su libro “Lector in fábula”, Umberto Eco nos dice: “En la medida en que debe ser actualizado, un texto está incompleto”. Aquí, la clave está en que al leer ponemos en juego una serie de competencias que ya hemos incorporado, no solo para entender lo que el texto dice, sino también (cuando el texto es literario) para tratar de sentir lo que el personaje siente: empatizamos con los personajes.

Actualizamos el texto – y por tanto nos relacionamos con el autor- cuando activamos las competencias sobre aspectos que, sin estar explícitos, ya debemos manejar para comprenderlo. Por ejemplo, las competencias gramaticales del castellano, que permite que leas este escrito y sepas si quien escribe este artículo, tiene errores u “horrores” de ortografía. O competencias relacionadas con lo pragmático o contextual, gracias a las cuales comprendemos los significados de palabras o frases usadas en lugares y momentos específicos, como cuando alguien dice de modo elegante “voy a expandir el diámetro de tu órbita ocular” (que bien puede ser entendida como una amenaza). Como esas, también existen otras formas de ver las relaciones sociales que propone la lectura.

2. Leer constituye, en ocasiones, un verdadero placer estético

Hace unos días, en una de estas eternas noches de calor estaba sentado en la oscuridad escuchando un magnífico disco con el que he descubierto la música y el arte de Caetano Veloso. El trabajo se llama “Fina estampa en vivo” y está editado en 1995. En el tema doce, su voz canta melodiosamente: “Pero ¡ay amor! Si te llevas mi alma/ llévate de mí también el dolor…”. La canción bellamente orquestada, potencia la musicalidad y el dolor que el poema declara. En ese breve momento, mientras escucho esa canción por centésima vez y con los ojos cerrados, puedo sentir como que floto…

A lo largo de la Historia, algunos pensadores le han llamado a eso el placer estético. Esa especial sensación la replicamos cotidianamente, al escuchar nuestra canción favorita, o al ver una película; al contemplar un paisaje en vacaciones, al leer una novela o una poesía, al reírnos de un chiste (de salón o de corralón) …y tanto más. Básicamente al tener proximidad con aquellas cosas que, sintiéndolas muy agradables, las relacionamos con lo que consideramos como lindo, placentero o incluso bello.

Si lo pensamos un minuto, para llegar al placer estético en cada una de estas formas de entretenimiento, arte y cultura que he mencionado, se necesitan dos condiciones: a) condiciones concretas específicas relacionadas con el momento ideal y el lugar correcto: oscuridad y una pantalla grande en el cine, un buen equipo de audio para la música, un grupo de amigos para reírnos de un chiste, etc. Y b) una idea rectora sobre lo que nos gusta o disgusta, pero sobre todo relacionado con nuestros conocimientos incorporados: si veo “El joker” disfruto más conociendo la historia de ese personaje en el cómic, si escucho a Caetano Veloso lo disfruto más si antes me he bañado en las aguas de la bossa nova, y si me río de aquel viejo chiste que invoca a un señor llamado Pascual Angulo… es hora de revisar mis amistades.

Finalmente, en el caso de nuestras lecturas, no importa si son cortas o largas, de Facebook o de libros, siempre hay un punto en el que podemos lograr disfrutar. Lograr el placer estético del que hablamos. Cuando nos damos cuenta que necesitamos estar cómodos, sin prisa, recostados o en la mesa, en la pasividad de la siesta o el silencio de la noche –. Y también cuando advertimos cómo aquellos textos leídos con anterioridad -por minúsculos que sean- nos permiten relacionarnos gradualmente con historias cada vez más diversas y profundas.

Cuando llegamos a ese punto la extensión es lo de menos. Cuando llegamos ahí podemos emocionarnos tan sólo con escuchar este conocido verso: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche…”

Es para pensarlo.


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