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Autonomía y caudillos (2ª parte)

22/02/2020 21:17 Opinión
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Autonomía y caudillos (2ª parte) Autonomía y caudillos (2ª parte)

Encontramos en los historiadores, investigadores y ensayistas locales contemporáneos una conclusión coincidente respecto del siglo XX. Fue una etapa aciaga para la historia de Santiago del Estero en términos políticos, económicos y sociales.

Esta historia tendría su origen con la llegada del roquismo (1880) al gobierno nacional. Este movimiento político estableció “el régimen” o “unicato” que se traduce como la existencia de una fuerte concentración del poder en una sola persona: el Presidente de la Nación, que a su vez era el presidente del partido gobernante. El modelo político implicó, en la práctica, el fin de los levantamientos provinciales y la renuncia de sus gobernantes a todo gestión que pretendiera investirse de autonomía. Por curiosa fatalidad fue el Gral. Julio Argentino Roca, “el zorro tucumano “ quien concretó el viejo ideal liberal: la centralización política y económica en Buenos Aires.

El roquismo gobernó en Santiago del Estero durante las dos primeras décadas del siglo XX. Su máximo representante fue el Dr. Absalón Rojas, quien fuera dos veces gobernador de la provincia. Llevó adelante una intensa obra pública, social, educativa y cultural. Especialmente estas dos últimas fases fueron los instrumentos que consolidaron la visión hegemónica modernista. Pero si en esto hubo un avance notorio no pasó lo mismo en lo político. Podríamos afirmar que las virtudes de la vida democrática fueron cooptadas y casi desaparecieron, enviadas al abismo por hombres enredados en las prácticas de una politiquería facciosa que desgastaba energías en luchas intestinas, no impedidas de violencia grave, cuando se amenazaba peligrosamente la autoridad del caudillo gobernante. Continuaba el fraude electoral y otras prácticas “non sanctas” para asegurar la continuidad en el poder.

Al igual que en el orden nacional, el gobernante local, fuere quien fuere, impuso un fuerte control sobre los poderes legislativo y judicial, extirpando de cuajo cualquier intención de aspiración autonómica de los intendentes y jefes departamentales. Así las provincias se formatearon como “feudos caudillistas” cuya subsistencia dependía totalmente de las buenas y obedientes relaciones que mantuviera con el gobierno nacional. Mientras en lo económico, se seguía con la pretensión ilusa de consolidar las finanzas públicas con los aportes de la explotación forestal como base de la prosperidad provincial. Esta proclama esperanzadora ocultaba la realidad de una burocracia estatal dirigencia que se enriquecía con la venta de tierras fiscales a precio vil, en algunos casos para conseguir los fondos económicos necesarios para que la provincia pudiera seguir sobreviviendo y, en otros, para favorecer el crecimiento patrimonial de familiares, parientes, amigos y socios políticos.

El pueblo, especialmente el ubicado en la ruralidad sufrió muchos padecimientos por la falta de responsabilidad de los funcionarios y carencia de afecto humanista por ellos. No extraña entonces que por aquel tiempo Santiago del Estero fuera expulsora de su población activa: los jóvenes se veían obligados a dejar la provincia, en columnas de parias que buscaban mejores oportunidades económicas en los centros urbanos. Había iniciado el camino que, sin fallar, conduce a la pobreza y la miseria.

Todo este desaguisado de inmoralidad institucional y dirigencial trató de ser recompuesta por el Dr. Antenor álvarez, quien gobernó entre 1912 y 1916. Debemos rendir homenaje histórico a este gran hombre, sanitarista y, sobre todo, estadista que puso toda su capacidad intelectual para, con la ayuda de sus relaciones nacionales, recolocar a Santiago en el concierto nacional. Es verdad, es necesario decirlo, que la primera mitad del siglo XX tuvo en él la figura política descollante, la excepción más alta para aquellos tiempos turbulentos.

Ya en la segunda mitad del siglo y hasta su final, el espacio político fue ocupado por el líder carismático, popular, que instaló el gobierno timocrático (del miedo) y entonces la prudencia impuso el hábito del silencio y el conformismo Ejecutó a la perfección el manejo de las masas a través de un discurso a favor de los “humildes y desposeídos”. Había llegado el “populismo” peronista, nunca mejor representado que por las prácticas utilizadas por el gobierno juarista, quien administró por más de cincuenta años el destino de la provincia, Tiempo perdido porque ningún proyecto serio de desarrollo integral recibió su apoyo.

En resumen: el siglo XX trajo a Santiago del Estero su ubicación definitiva como provincia periférica, marginal, que contemplaba azorada como el progreso económico y la estabilidad institucional republicana afirmaba su prestigio en otras regiones. El tiempo le da la razón al Ing. Néstor Ledesma, que explicaba la situación provincial con su dicho: “Santiago del Estero no es una provincia pobre, sino una pobre provincia.

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