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EL LIBERAL . El Evangelio

Mateo 17, 1-9

07/03/2020 22:26 El Evangelio
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Mateo 17, 1-9 Mateo 17, 1-9

Jesús lleva a tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan a una montaña alta. Es clara la evocación del pasaje de las tentaciones, dónde Satanás ofreció al Hijo de Dios el dominio del mundo si lo adoraba. Jesús allí rechazó la tentación de dominio y poder y eligió el camino de obediencia al Padre. Mateo, presenta aquí una imagen de Jesús que contrasta con la tentación y vida de hostilidad que llevó. Se trata de una imagen revelada por el Padre: el Cristo glorioso y resucitado (rostro resplandeciente y vestiduras blancas como la luz) que aparece conversando con Moisés y Elías, testigos del mundo celeste. Dios habla como voz desde la nube luminosa y presenta a Jesús como Hijo suyo, exaltándolo sobre Moisés y Elías. Jesús es el Hijo obediente a quien hay que escuchar. La obediencia del Hijo consiste en anunciar y hacer presente a los discípulos la voluntad del Padre y el evangelio del Reino a través de su amor y servicio a la vida que se manifiesta en su pasión, muerte y resurrección.

Al escuchar la voz celestial los discípulos caen en tierra espantados. Es la gloria y la verdad divina lo que los arroja al suelo e infunde temor. Jesús, acercándose a ellos los toca y les dice: “Levántense, no tengan miedo”. Es ahora, Jesús en su figura humana, quien se encuentra con los discípulos y los anima frente al temor invitándolos a escucharlo y seguirlo en su camino de servicio. La escucha del Hijo de Dios es lo único importante, sólo a él hay que escuchar. Los discípulos en el camino de seguimiento irán descubriendo, con la ayuda de la palabra de Jesús, que el acceso a la gloria de Dios sólo es posible en la obediencia al Padre que se manifiesta en el amor y el servicio a la humanidad. Jesús vivió esta experiencia en carne propia y de igual manera los discípulos deberán vivirla. Ahora, no lo entienden, pero después de la Pascua comprenderán el significado de esta revelación.

Conclusión

La experiencia de la “Pascua anticipada” (transfiguración) y de la Resurrección única y definitiva, puede confundir a los discípulos a cerca del misterio de Cristo y de su Iglesia. La resurrección, es sin duda, el triunfo de Jesús sobre el pecado y la muerte y el advenimiento de la Gloria de Dios sobre el mundo, pero a través del sufrimiento de la pasión y muerte. La tentación triunfalista de los discípulos puede menguar y hasta excluir de la vida de fe el camino de obediencia al Padre que se expresa en el amor y el servicio a la causa del Reino. No hay resurrección sin amor oblativo y entrega de la vida. La Iglesia debe renunciar a todo poder mundano, a toda tentación de arrogarse el poder de Dios para recorrer el camino de obediencia y servicio a la humanidad como lo hizo Jesús. Para eso, debe escuchar permanentemente al maestro que la ayudará a superar sus miedos y a discernir la voluntad del Padre. Mama Antula, a quien celebramos hoy, fue una mujer santa que vivió escuchando la Palabra de Dios y discerniendo su voluntad, siempre dispuesta a servir y a amar al prójimo dando lo mejor que un discípulo puede dar: a Jesús, el Señor de la vida. Por eso, el pueblo santiagueño, la ama y la venera, por eso son cada vez más los fieles que caminan tras sus pasos. l


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