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Cambio radical en la estrategia del Reino Unido que disparó las alarmas en la Casa Blanca

18/03/2020 12:41 Mundo
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Un reciente informe preocupado al ministro británico Boris Johnson durante el fin de semana. Fue tras su polémica decisión de que sólo se tomaran medidas para proteger a la porción de la sociedad que más podría sufrir las consecuencias de la pandemia de la gripe china que ya afecta a más de 200 mil personas en todo el mundo y ya mató a 8 mil desde que se conociera el inicio del brote en Wuhan, China, a principios de enero. Ese mismo alarmante informe, recayó en las manos de la fuerza de trabajo de la Casa Blanca, según informó Infobae en su portal.

El estudio elaborado por el Imperial College of London, es devastador en términos de pronósticos en caso de que los gobiernos no tomen cartas en el asunto de inmediato y de forma drástica para combatir al coronavirus COVID-19. El grupo académico informó que si los estados y los individuos no hicieran nada y la pandemia permaneciera descontrolada, 510.000 personas morirían en Gran Bretaña y alrededor de 2.2 millones en los Estados Unidos.

Estos números alertaron sobremanera a Johnson y al equipo de Donald Trump por el impacto que tendría en su sistema sanitario. Si finalmente Gran Bretaña y Estados Unidos aplicaran medidas más ambiciosas para mitigar la propagación del virus -frenar, no necesariamente detener la epidemia en los próximos meses- podrían reducir la mortalidad a la mitad, esto es, unas 260,000 personas en el Reino Unido y 1.1 millones en los Estados Unidos. La cifra continúa siendo dramática.

Los investigadores consideran que de seguirse ciertas normas estrictas de aislamiento, este confinamiento permitirá al país limitar el número de muertos a “unos miles o decenas de miles” si se respeta estrictamente. El equipo de esta institución académica advirtió que continuar con la estrategia adoptada hasta ahora por el Gobierno de Johnson de tratar de disminuir la propagación del virus -sin aplicar medidas drásticas que impliquen el aislamiento de la población- podría llevar “al límite” los servicios de atención sanitaria.

Este equipo de expertos, que asesora al Gobierno en la crisis sanitaria, indicó que incluso con las medidas de “distanciamiento social”, recomendadas por las autoridades, el NHS “se verá saturado”, por lo que aconsejó como la única “estrategia viable” seguir el modelo de “supresión” aplicado en China, donde nació esta gripe, y que implica el aislamiento de toda la sociedad.

El estudio fue titulado “Impacto de las intervenciones no farmacéuticas (NPI, por sus siglas en inglés) para reducir la mortalidad por COVID19 y la demanda de atención médica”, indica que “son posibles dos estrategias fundamentales: (a) mitigación, que se centra en la desaceleración pero no necesariamente en detener la propagación de la epidemia: reducir la demanda máxima de atención médica al tiempo que protege a las personas con mayor riesgo de enfermedad grave por infección y (b) supresión, que tiene como objetivo revertir el crecimiento epidémico, reduciendo números de casos a niveles bajos y mantener esa situación indefinidamente”.

A) Mitigación. Aquí el objetivo es usar NPI (y vacunas o medicamentos, si están disponibles) no para interrumpir la transmisión por completo, sino para reducir el impacto de una epidemia en la salud, similar a la estrategia adoptada por algunas ciudades de los Estados Unidos en 1918, y por el mundo en general en la influenza de 1957, 1968 y 2009. En la pandemia de 2009, por ejemplo, los primeros suministros de vacuna se dirigieron a individuos con afecciones médicas preexistentes que los ponen en riesgo de enfermedad más graves. En este escenario, la inmunidad de la población se acumula a través de la epidemia, lo que lleva a una disminución rápida eventual cayendo a niveles bajos.

B) Supresión. Aquí el objetivo es reducir el número de reproducción (el número promedio de casos secundarios que cada caso genera), R, por debajo de 1 y, por lo tanto, reducir el número de casos a niveles bajos o (como para el SARS o el ébola) eliminar la transmisión de persona a persona. El principal desafío de esto el enfoque es que los NPI (y los medicamentos, si están disponibles) deben mantenerse, al menos de manera intermitente, por un tiempo mientras el virus esté circulando en la población humana, o hasta que esté disponible una vacuna. En el caso de COVID-19, pasarán al menos 12-18 meses antes de que una vacuna esté disponible. Además, no hay garantía de que las vacunas iniciales tengan una alta eficacia.


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