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EL LIBERAL . Santiago

Juan Felipe Ibarra, el campeón de los gobernadores - Primera Parte-

Fotografía de la esposa de Ibarra doña Buenaventura Saravia y Arias

Fotografía de la esposa de Ibarra, doña Buenaventura Saravia y Arias.

09/05/2020 22:48 Santiago
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Juan Felipe Ibarra, el campeón de los gobernadores - Primera Parte- Juan Felipe Ibarra, el campeón de los gobernadores - Primera Parte-

En estos tiempos extraños que nos tocan vivir a los argentinos y a todos los ciudadanos del mundo, como consecuencia de la pandemia desatada por el coronavirus, se están cumpliendo aniversarios notables que no pueden ser recordados como corresponden. Sin duda el bicentenario de la autonomía de Santiago del Estero merece un festejo pleno de chacareras y bailes, voces criollas y quichuas, empanadas, tamales y humitas, pero estas circunstancias no lo han permitido y nos han obligado a postergarlo.

Por eso, nos permitimos proponer una conmemoración escrita de la gloriosa historia de la provincia “Madre de Ciudades”, cuya fundación en 1553 marcó el inicio del encuentro entre las culturas precolombinas y europeas en el territorio nacional argentino. El recuerdo y la memoria de los grandes hombres y mujeres que fueron paridos por Santiago del Estero comienza hoy en estas columnas de “El Liberal”, diario decano del Norte Argentino, que desde hace 122 años es el faro del periodismo regional, confiando en que sean un homenaje para la posteridad.

JUAN FELIPE IBARRA

Infancia, formación y juventud

Juan Felipe de Ibarra Paz Figueroa nace en el pueblo de Matará, en la frontera del río Salado, el 1° de mayo de 1787, en la familia formada por el sargento mayor Marcos Felipe de Ibarra Argañaraz y doña María Andrea Antonia de Paz y Figueroa, siendo el mayor de sus tres hermanos: Francisco Antonio, Evangelista y Agueda, que iba a ser la madre de los históricos hermanos Taboada: Manuel y Antonino. La Villa de Matará fue la primera fundación misional jesuita en territorio santiagueño, allá por 1594, y el vestigio más importante de aquella población es sin duda la cruz de Matará, el crucifijo más antiguo que se conserva en el continente americano. Su nombre recuerda a los mataráes, antiguos pobladores de la zona.

El padre de Juan Felipe era el comandante de frontera y su muerte en plena juventud fue un golpe para toda la familia. Sin embargo, la viuda, mediante el manejo de sus estancias, pudo mantener a sus hijos, y conservar el prestigio social, ya que pertenecía a una de las familias fundacionales de Santiago. Su tío, Juan Antonio de Paz y Figueroa, cura del Salado, iba a encargarse de la formación inicial de Juan Felipe, tanto en letras como en religión, pero sin duda el ambiente agreste y tenso del margen del Salado marcó el carácter del prócer. Su condición de eximio jinete y luchador valiente comenzó a cultivarla allí.

Al llegar a la pubertad, partió hacia Córdoba para incorporarse al Real Convictorio de Nuestra Señora de Montserrat, por entonces en manos de los franciscanos. No se destacó por sus dotes intelectuales, y su indisciplina lo hizo pasible de habituales castigos, que incluyeron el cepo y el encierro. Se le impidió culminar sus estudios y regresó a Matará.

Ibarra en la Guerra de la Independencia

Su vida cambiará cuando se enrola entre los voluntarios santiagueños que viajaron a la capital del Virreinato del Río de la Plata a resistir el ataque de los británicos. Bajo el mando del comandante Alonso Araujo participó de la reconquista de Buenos Aires, el 12 de agosto de 1806, a sus 19 años. La revolución del 25 de mayo de 1810 lo va a encontrar como soldado del regimiento de santiagueños reclutados por Juan Francisco Borges, que se suma al Ejército del Norte. Ibarra participa del combate de Las Piedras (1812), y las batallas de Huaqui (1811), Tucumán (1812), Salta (1813) y Sipe Sipe (1815), luchando en las tres campañas al Alto Perú, donde obtiene sus ascensos en combate. Fueron los tiempos que compartió con jefes tales como Juan R. Balcarce, Juan J. Viamonte, Manuel Belgrano, José de San Martín, José Rondeau y Gregorio Aráoz de Lamadrid.

No participa de las dos rebeliones autonomistas de su antiguo jefe Borges, y en los albores de 1817, el general Belgrano, nuevamente jefe del Ejército del Norte, lo asciende a teniente coronel, y lo nombra comandante del fuerte de Abipones, en el sudeste santiagueño. En 1819, cuando el grueso del Ejército del Norte comenzó su viaje final rumbo a Buenos Aires, Ibarra se sumó a las tropas bajo el mando del general cordobés Juan Bautista Bustos, pero no participa del motín de Arequito, que acabó con la disciplina de aquel glorioso ejército, aunque acompaña a su jefe en su retorno a “la Docta”. El santiagueño finalmente regresa a su puesto en Abipones, estableciendo por entonces el comienzo de su larga relación con el gobernador santafesino Estanislao López, el “Patriarca de la Federación”.

Ibarra: el primer gobierno autónomo de Santiago del Estero

El violento conflicto provocado por la intención del gobernador tucumano Bernabé Aráoz de someter a Catamarca y Santiago del Estero bajo un modelo republicano con capital en San Miguel, derivó en la autonomía de las antiguas jurisdicciones coloniales. El comandante de Abipones fue llamado a la capital santiagueña, a la que acudió prestamente. El combate de Santo Domingo, que significó la derrota militar de los invasores el 31 de marzo de 1820, fue el inicio de la carrera política de Ibarra, nombrado gobernador por un cabildo abierto, donde se pronunció esta frase de hondo contenido institucional: “La esencia del cuerpo político consiste en el acuerdo de la obediencia y de la libertad”.

La asamblea de todos los pueblos y curatos del territorio definió la autonomía el 27 de abril de 1820. Ibarra, a quien las familias tradicionales de Santiago creyeron poder controlar, se convirtió en la figura central de la política santiagueña por más de tres décadas. Desde los primeros días de su gobierno, Ibarra debió enfrentar invasiones por parte de Aráoz, y su astucia para conseguir aliados lo llevó finalmente a doblegar al tucumano, logrando la firma del tratado de Vinará, acuerdo que significó el reconocimiento de la autonomía santiagueña el 5 de abril de 1821, por parte de las otras provincias norteñas. Vinará es uno de los pactos preexistentes a los que alude el preámbulo de la Constitución Nacional de 1853.

En 1823, se casó con la salteña Buenaventura de Saravia y Arias, a la que devolverá a su hogar paterno prontamente, y convivirán sólo los dos últimos años de la vida de Ibarra. No tendrán hijos. En esos tiempos álgidos, Ibarra se dedicó a mejorar sus tropas, a las que puso bajo el mando del general José María Paz, y las envió a participar de la guerra contra el imperio del Brasil, en 1826. Fortaleció los fuertes de frontera para contener los comunes ataques de los indios del Chaco en el este provincial. Administró correctamente los recursos provinciales en tiempos de guerras externas e internas, pero no se impuso grandes reformas ni obras públicas.

Ibarra y el Congreso de 1824

En 1824 se eligieron los diputados al Congreso General Constituyente que se reuniría en Buenos Aires: Félix Frías y Manuel Vicente Mena, que expresaron sus distintas opiniones, el primero a favor del unitarismo y el otro a favor de la posición federal. Es importante remarcar que la representación santiagueña en aquella reunión no se mantuvo estable durante los tres años de sesiones.

La vuelta de las guerras civiles hacia 1825 hizo que Ibarra recurriera a todos los medios a su alcance para mantener a Santiago autónoma. Frente a la invasión ordenadas por el gobernador salteño Juan A. álvarez de Arenales, al mando de Gregorio Bedoya, Ibarra mandó envenenar los pozos de agua y quemar los pastos, con los que el enemigo debió abandonar la ciudad. Esta estrategia será usada por Ibarra a lo largo de toda su vida. Son los tiempos de la alianza con el caudillo riojano Juan Facundo Quiroga, a quien el santiagueño secundará en todas sus campañas hasta 1830.

Las reformas institucionales de 1826

En 1826 Ibarra plantea a los santiagueños la primera reforma institucional trascendente: la división administrativa del territorio provincial en diez jurisdicciones, y la elección de representantes para fundar una Legislatura. Esto fue contemporáneo a la asunción de Bernardino Rivadavia como presidente de la República de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Los departamentos creados fueron la Capital, Silípica, Loreto, Soconcho, Asingasta, Salavina, Sumampa, Guañagasta, Matará y Copo.

En aquellas elecciones, los primeros diputados provinciales de Santiago del Estero fueron: Santiago de Palacio, Baltasar Olaechea, Juan Lami, José Romero, Mariano Santillán, Manuel Alcorta, José álvarez, Juan Iramaín, Francisco Somellera, Francisco Salvatierra y Felipe Ferrando. Establecida la Legislatura, una de sus primeras decisiones fue enviar nuevos representantes ante el Congreso de Buenos Aires. Los elegidos fueron Manuel Dorrego, Juan Lami, Amancio Alcorta, ángel F. Carranza y Antonio Taboada.

El rechazo de la mayoría de las provincias, entre ellas Santiago, a la Constitución unitaria sancionada en Buenos Aires a fines de 1826, sumada al desastroso acuerdo de paz con el imperio del Brasil en junio de 1827, provocaron la caída de Rivadavia, la clausura del Congreso General y el encumbramiento del coronel Manuel Dorrego como gobernador de la provincia de Buenos Aires, lo que fortaleció la posición de Ibarra en el interior, que había promovido al porteño como su representante en la antigua capital virreinal.

El derrocamiento de Dorrego por el ejército comandado por el general Juan Lavalle, su persecución y su fusilamiento iban a dejar perplejos a los argentinos. Y la escalada de la guerra civil a un escalón mucho más violento iba a tener a Juan Felipe Ibarra en la primera línea de fuego. Pero esa es una larga historia que retomaremos el próximo domingo, si Dios quiere. l


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