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EL LIBERAL . Santiago

Bronce

El historiador Esteban Brizuela sostiene que los debates en torno a los hombres del Panteón Nacional son efecto del discurso idealista de la escuela. Con su intervención, generaciones y generaciones de argentinos fueron formados en la convicción de que estos hombres pertenecían a otra raza, estaban hechos de materiales puramente nobles, y los animaban ideales que trascendían al común de los mortales. Santos laicos.

Por más que se rechace este modelo -dirá Brizuela- queda patente que el ideal subsiste y sobredetermina las miradas actuales.

Pero los debates se producen porque el panteón no conforma a todos, es decir que la labor de la escuela de recrear valores nacionales -y nacionalistas, con sus hitos y figuras intemporales- por alguna razón no ha cuajado, y al contrario, ha merecido reparos y oposiciones de ciertos sectores de la sociedad. ¿Y esto por qué?, ¿se desacredita la educación patriótica con ello?, ¿constituyen cesuras, crisis del relato nacional discutir sus nombres, sus oscuridades?, ¿nos preocupa que de estos combates por la historia nuestro bando, nuestros héroes queden del lado equivocado y pierdan relieve?

La foto de Ramón Carrillo en un billete del más alto valor nominal -$5000 pesos- y toda la discusión por sí posee los méritos suficientes para estar en él, son el puntapié de este intercambio. La escena de son el puntapié de este intercambio.

La escena de aceptación, al menos, ha dejado de ser una noticia que incumbe a un Comité de notables que sella la efigie y la publica en el Boletín Oficial, para convertirse en un tema abierto a impugnaciones, que las redes sociales amplifican, y que amenazan parar las máquinas de impresión hasta que se aclare el punto.

¿Cuándo está en condiciones un hombre para entrar a La Historia? Nuestra galería y el tempus histórico nos avisan que sí o sí será después de la muerte. Es decir que aquel honor de prolongar un nombre, una o más virtudes en la memoria de las sociedades, será una tarea de terceros, una actividad política que cada época deja a sus exhumadores, y estos a las generaciones futuras con pies de nota y notas de justificaciones.

Los argumentos contra Ramón Carrillo no son nuevos, por transición le caben las mismas fórmulas utilizadas contra Perón y el movimiento político por él liderado. Eje/Aliados, Braden/Perón, Democracia/Antidemocracia, Laboralismo/Unión Democrática, son las díadas que sirvieron desde un principio para retratar la polarización de la sociedad argentina, e inscribir en ambos polos valoraciones objetivadas en un momento histórico, y que hasta al día de hoy, mutando mutatis, permanecen en el backup de muchos argentinos.

Más cerca de nosotros, los hombres de La Historia están todavía vivos cuando partes de sus significados históricos están vinculados al presente. Ocurre con históricos están vinculados al presente. Ocurre con el Frente de Todos y esta idea de retomar la tradición figurativa en los billetes.

Más tenso y vivo aún, cuando apoyados en la coyuntura de pandemia eligen al sanitarista peronista para poner la cara en el papel más valioso. Con el nuevo billete asoma a la luz una vieja querella contra el “nazifascismo” del peronismo; fungiendo el valor más alto de la moneda nacional, se actualizan los descréditos sobre el ministro santiagueño.

El antiperonismo es tan o más versátil que el propio peronismo; se amparó en el ambientalismo y en las especies autóctonas para repudiar los linajes políticos de los hombres públicos. Pensó que un cambio iconográfico a favor de una naturaleza rica y vistosa, podía terminar con las reyertas simbólicas por un color, una batalla, el fondo humano y pasional de la historia. Era parte de su batalla cultural, y hoy en el llano, repudian los aportes de Carrillo por entender que sus supuestas simpatías personales con el nazismo alejan su perfil del plano del billete.

El aura de Benjamín aplicada a la historia Argentina solo se posa sobre figuras alejadas del presente. Solo en ellas, en retrospectiva larga puede contemplarse la plenitud de una obra humana.

El peronismo en eso corre sin fortuna, sus transfiguraciones a derecha e izquierda lo vuelven inestable, abierto y borroso. Su dinámica de aparato y realismo popular como filosofía,

lo introducen fatalmente en el barro de la historia, fuera de los ritos de las consagraciones, aún cuando cumpla para la mirada dominante con simulacros de protocolos y de formas. l


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