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Los principios del 22 fueron el grito del 25

24/05/2020 22:34 Opinión
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Los principios del 22 fueron el grito del 25 Los principios del 22 fueron el grito del 25

Por Ricardo Daniel Daives

Abogado, diputado nacional

 

L a fecha que hoy conmemoramos y celebramos, simboliza la consagración de la política como dadora de sentido a la pulsión natural de dignidad y libertad que constituye la esencia de la persona humana. Porque en 1810 y en el contexto de las ideas y paradigmas vigentes por entonces, un puñado de americanos del virreinato del Río de la Plata, en un ejercicio de conciencia transgeneracional, se daban para sí el derecho/obligación de asumirse como únicos responsables de su propia realidad, de su tiempo y del legado que dejarían a sus descendientes. Esos descendientes somos nosotros y de ahí el compromiso que nos compete, de trabajar porque su vocación sea honrada y aquel anhelo de un país más justo, con un pueblo de iguales y gobiernos que representen la voluntad popular, sea alcanzada.

La historiografía, sea “oficial” o revisionista, no puede desanudar el lazo que la liga al estricto cumplimiento de sus reglas de responsabilidad en cuanto al predominio de la constatación documentaria de sus postulados. Pero es indefectible la intermediación de la interpretación subjetiva y política de los hechos que son su objeto de análisis. En ese sentido, esa subjetividad nos acerca a la posibilidad de encontrar elementos para entender nuestro propio tiempo, en tanto consecuencia de aquel y resultado de decisiones, justamente políticas, que moldearon la realidad actual y todo nuestro derrotero recorrido como sociedad, como país y como Nación.

En esa lógica, podemos relacionar los sucesos del 22 de mayo de 1810 con los que fueran su consecuencia inmediata y sucedidos tres días después, el 25 de mayo, fecha instituida en el calendario nacional como el cierre formal de una etapa y el comienzo de otra, pretendidamente diferente y superadora, nueva y nutrida de un componente identitario propio que será finalmente sustancia de nuestro ser nacional, pródigo por cierto en contradicciones y deudas de todo tipo que pagar a largo plazo. Deudas no solamente externas, sino también internas.

El 22 de mayo, la política, la nuestra propia y vitalizada por esas ideas con vocación de proyecto colectivo que pululaban en toda la América hispana, se empoderó en el Cabildo de Buenos Aires, con un formato al que la historia oficial dio el nombre de “abierto”, aunque en rigor de verdad no lo fue tanto. Comerciantes, vecinos influyentes y representantes de intereses varios, compartieron el fragor de los debates con un grupo de revolucionarios que miraban más allá de las relaciones comerciales, el librecambismo y la perpetuación de privilegios que animaban a la centralidad porteña. Incluso la participación de las provincias en ese proceso, significó un tema álgido y lleno de aristas que todavía podemos reconocer hoy, no precisamente como datos históricos, sino como una realidad todavía sin resolver. Una deuda interna cuya cancelación anima a quienes, como los santiagueños, creemos en un federalismo del siglo XXI y trabajamos desde nuestro lugar para la construcción de un país con menos desigualdades y más oportunidades para todo ciudadano y para toda ciudadana, en defensa del derecho de realización personal en su propio lugar.

El 25 de mayo, por su parte, se nos presenta como ese momento formal pero no iniciático, condición que podemos reconocerle al 22 de mayo, al menos como culminación de un proceso agitado y valiente impulsado por patriotas como Vieytes con su jabonería devenida en usina clandestina de ideas revolucionarias y French y Berutti inmortalizados y símbolo de una épica romántica, como otros tantos anónimos, verdaderos militantes políticos surgidos de las bases populares, de aquellos “mancebos de la tierra” que progresivamente y por fin habrán de empoderarse a lo largo del continente y por supuesto de nuestro propio territorio nacional, como los dueños de la soberanía de autogobernarse.

El 22 de mayo, entonces, con sus debates en manos de vecinos de Buenos Aires y culminación de un proyecto de país que se perfeccionaría el día 25 de mayo con la formalización expresa de un documento con alcance federal, bien puede entenderse como la condición sine qua non y causa eficiente para la existencia del 25 de mayo de 1810. Nuestra provincia recibió la novedad de la revolución y destitución del virrey Cisneros el día 10 de junio, pero recién el 4 de julio sesionó su propio Cabildo.

Aquel primer acto político vernáculo, significó plantarse ante un soberano colonialista, abriendo así las puertas a un nuevo tiempo. Un tiempo de pujar ya por intereses propios, de naturalezas distintas en cuanto a sus legitimidades, es cierto, pero todos coincidentes en que se jugaba en esa instancia la libertad misma de una autodeterminación que mostraba la vocación de erigirse en singular como una nueva nación “a la faz de la tierra”. Constituir un primer órgano de gobierno propio, conllevaba el amanecer a nuevas problemáticas que serán parte de un tiempo nuevo plagado de enfrentamientos intelectuales, ideológicos y hasta de armas, antes de la consagración misma de una Constitución en 1853 y, especialmente, de un modelo político de país que a partir de 1860 mostrará su perfil federal como país profundo, torciéndole el brazo a una Buenos Aires cerrada en su lógica de que la Aduana, enclave económico estratégico, no debía ser entendida por las provincias mediterráneas como una fuente legítima de divisas. (en tanto como único puerto, debía entenderse como puerto común al país).

Desde casi el inicio mismo de este siglo XXI, nuestro país transita el compromiso de afianzar un modelo de país que se sostenga en una ética de la solidaridad que nos permita honrar la deuda interna que tiene nuestro país con los que menos tienen, no solo en lo económico, sino también en lo que se refiere al reconocimiento, reivindicación y ampliación de derechos. Hoy, desde una noción de país federal, desde el pluralismo de ideas que es garante de la democracia y desde la militancia activa en defensa de los intereses de la Nación que son los intereses del pueblo representado por sus instituciones, debemos honrar el pensamiento de Castelli y de Moreno; honrar a los French, a los Berutti, ambos emblemas de las ideas de Mariano Moreno y de una militancia política y trabajar incasablemente para que aquellos 22 y el 25 de mayo, nunca pierdan su sentido. l


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