Al final, la siembra dará sus frutos Al final, la siembra dará sus frutos
la llegada del Reinado de
Dios, su acción soberana en el mundo
y en la historia. Frente a este anuncio
surgen algunas dudas: ¿Si el Reino
está presente por qué el mundo parece
no cambiar? ¿Cuáles son sus signos
precursores? Estas preguntas son
planteadas por sus adversarios y también
por sus mismos discípulos. Quizás
el mismo Jesús se planteara estos
interrogantes. En este contexto surge
la enseñanza sobre el Reino de Dios.
Para ello utiliza parábolas.
Mateo agrupa en el capítulo 13 algunas
parábolas que tienen como
destinatarios a los discípulos de su
comunidad. En ellas, les explica porque
no ha aparecido todavía en forma
gloriosa el reino inaugurado por Jesús
y, en particular, por qué están tan
desprovistos de grandeza y poder sus
comienzos en el ministerio de Jesús.
Después de la ruptura con los fariseos,
la enseñanza se dirige a la
multitud. A ellos Jesús les dice que
salió un sembrador a sembrar. Se
trata seguramente de la siembra del
mismo Jesús, pero vista desde el hoy
de la comunidad de Mateo. Los tres
fracasos de la semilla, están vinculados
con la resistencia que encontró
Jesús en su pueblo. El rasgo común
a todos estos fracasos es que se
deben a un elemento destructor: los
pájaros, el sol, las espinas, que aniquilan
una germinación que había
comenzado bien. Mateo trata de armonizar
la autoridad mesiánica de
Jesús y el fracaso de su misión, es
decir, el rechazo de su pueblo. Finalmente,
la semilla dio frutos en abundancia,
el 30, 60 y el 100 por ciento
de granos lo que significa una cifra
inconmensurable. (Lo máximo de
fruto que daba una semilla era el siete
por ciento). ¿Cuál es el significado
de esta parábola? ¿Los oyentes de
Jesús y sobre todo los de Mateo, podrán
aceptar que el fruto de la siembra
se realice a costa de semejante
pérdida?
Mateo quiere darnos a entender
que así como el trabajo del sembrador
se realiza en medio de las dificultades,
que muchas veces lo vencen,
lo mismo ocurre con el reino
de Dios inaugurado por Jesús: no se
instaurará sino a través de numerosos
e impresionantes fracasos. Ni los
fariseos ni el pueblo podían entender
que esto sucediera de esta manera.
Tanto Jesús como el Reino debían
ser “ahogados” antes de la Victoria
del final de los tiempos.
Conclusión
Una imagen triunfalista de Jesús
y su reino no puede aceptar el fracaso
de su ministerio y el sentido real
de su pasión y muerte. El Reino de
Dios ha irrumpido en nuestra historia
con el ministerio de Jesús, sus
enseñanzas y signos, sobre todo con
su muerte y resurrección. Pero este
reino, que es don gratuito de Dios,
no se impone desde el poder ni por
la fuerza, sino que asume el fracaso
de la condición humana necesitada
de liberación y lo hace de
manera oculta, a través del
amor y el servicio, se va
expandiendo por toda la
realidad alimentando la
esperanza de un mundo
pleno que nace de la
fe en Jesús a quien
debemos seguir e
imitar.