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EL LIBERAL . Santiago

467 años de la fundación de Santiago del Estero y fiesta del Apóstol Santiago

24/07/2020 20:59 Santiago
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467 años de la fundación de Santiago del Estero y fiesta del Apóstol Santiago 467 años de la fundación de Santiago del Estero y fiesta del Apóstol Santiago

Por monseñor José L. Corral

obispo de añauya

Saludamos a la “Madre de Ciudades”, Santiago del Estero, fundada el 25 de julio de 1553 por el capitán español Francisco de Aguirre y veneramos a su Santo Patrono, patrono de la ciudad y de la provincia, Santiago Apóstol.

A Santiago del Estero lo asociamos al bombo, es latido de tierra y retumba por doquier, imprime el pulso de su gente y convoca a encuentros.

Este año, marcados por el desconcierto que trae la pandemia y abrumados por lo que estamos pasando y por lo que vendrá, miramos el camino de tantos que nos precedieron, que con valor e ímpetu sellaron el rumbo y nos reanimamos para resistir y seguir andando.

El bombo en sus repiques nos trae memorias y olvidos, murmullos y gritos, himnos de fiestas y gemidos de duelo, acompaña el proceso de hacernos pueblo y progresar como sociedad. En esta hora histórica, lo importante es no dejarnos invadir por el individualismo de un sistema neoliberal irascible que nos aísla en burbujas de confort a costa de dejar a muchos en la intemperie de las cunetas. Lo importante es crecer con identidad, sin permitir colonizarnos ideológica o culturalmente por corrientes de pensamiento y estilos de vidas que nos arrancan el alma a cambio de un espejismo de innovación.

El bombo con su música es estruendo en la noche para no dormirnos en los laureles conseguidos, para despertar del letargo de la resignación de que no podemos avanzar. Su retumbo es para sacudirnos de la modorra de los acostumbramientos de quedarnos pasivos, espectadores y pacientes de recetas que otros dictan o aplican. El bombo nos despabila del bostezo y aviva la esperanza de un nuevo amanecer. Fragor para mantener encendida la llama anhelante de la verdad que no transa y de la audacia que no claudica ante las injusticias, para no pactar con el mal ni aprobar lo deshonesto.

El tiempo que viene galopando con el bombo desde lejos, antes de don Francisco Aguirre, ha curtido la tierra y los rostros. épocas han fraguado sabiduría arcaica y en el umbral de la nueva ciudad, fundada hace 467 año, ha dado paso a otro tramo de nuevas síntesis que siguen regando el suelo y labrando su espíritu. Hoy estamos cruzando nuevos umbrales, algunos dicen que de este tiempo de coronavirus no saldremos iguales, tenemos la oportunidad de mejorar nuestra calidad humana. Adquirimos nuevos aprendizajes y experiencias que, si somos sensatos, podremos metabolizar para dar un nuevo paso adelante con la vivencia de los valores morales y éticos al servicio del bien común y de la amistad social.

Por los caminos andados de Santiago, tierra adentro, he visto polvaredas levantadas como olas y olfateado florecer de mistoles y algarrobas, he estado en huraños montes, he sudado con calores vehementes y vibrado con chachareras, vivencias y leyendas. Tierra de misterios, secretos y revelaciones que en el eco seco y sensual del bombo, expandido y contundente, penetra hasta la médula. Santiago no debe perder su encanto y ser semilla que en el viento se siembra en cada rincón de su territorio; ser brisa que cruce a otras orillas para extender su magia como desde esta Madre de Ciudades partieron las expediciones españolas que fundaron ciudades en todo el noroeste argentino.

El hacha en los quebrachales, golpe a golpe, fue abriendo claros; las tejedoras en su labor, hilo a hilo, fueron diseñando la trama; el rancho, ladrillo a ladrillo, se levanta para amparar la familia. Paso a paso, el pueblo santiagueño sigue escribiendo su historia con sangre, sudor, lágrimas, cantos y danzas. La historia de los vencedores y de los vencidos, de los héroes y de los anónimos, de los mediáticos y de los invisibilizados, de los ensombrecidos y los luminosos. Hasta que nos encontremos en una historia que contenga a todos y hagamos una sinfonía, como una gran marcha de los bombos, donde estamos todos implicados, donde nadie quede atrás ni ninguno afuera.

Tronco ahuecado, tientos y parche de cuero, el bombo espera lleno de aliento una mano amiga que saque de sus adentros su mejor redoble. Santiagueños y santiagueñas, con su mejor versión, entregaron su alma y su esfuerzo en servicio y expresión de amor. Una lista innumerable nutre este patio, pero solo mirar a la Mama Antula, Beata María Antonia, para medir hasta dónde puede llegar el espíritu cuando toma vuelo y no hay riendas que lo puedan sujetar, para pensar a lo grande, pensar en el país que queremos y nos merecemos. Hoy en la ciudad, la provincia, el país, necesitamos de esos dirigentes, profesionales, artistas, ciudadanos, trabajadores que son esenciales porque transforman su tarea cotidiana en ofrenda incondicional y total.

Abriendo la noche, borrando fronteras, con su corazón de bombo, camina la chacarera y este pueblo que, día a día, no baja los brazos y que sigue diciendo presente cuando las circunstancias son adversas, como sucede durante la pandemia que padecemos, y hace más manifiesto su mejor rostro: el de la solidaridad para con el prójimo sin distinción.

Santiago del Estero, es un pueblo de fe: mira al Apóstol y encuentra fuerzas; acude a Nuestra Señora de Sumampa y alcanza consuelo; camina al Cristo de Mailin y a la Madre del Monte, la Virgen de Huachana y cuenta con su protección; venera la cruz de Matará y se deja de nuevo evangelizar. En estas raíces espirituales nuestro pueblo halla fortaleza, salud y esperanza; es manantial de vida y mesa de comunión fraterna.

En esta conmemoración y celebración, elevamos nuestras oraciones al Padre Bueno, por el fin de esta pandemia, para que deje de sufrir la familia humana, y nos conceda el bienestar a todos los santiagueños para una convivencia en paz que se construye con espacios de diálogo respetuoso y participación responsable, con justicia, equidad y libertad.

Hoy lo sabemos más que nunca, estamos en manos de Dios, aun cuando lo hayamos corrido de escena ni lo mencionemos, aunque omitamos la dimensión más importante de todo ser humano que es su ser espiritual y trascendental. Así como deseamos pronto una vacuna o una salida, no dejemos de rogar a Dios para que nos asista con Su misericordia, ya que la salvación está en Sus manos.

¡Bendiciones y felicidades al gran pueblo santiagueño.!

individualismo de un sistema neoliberal irascible que nos aísla en burbujas de confort a costa de dejar a muchos en la intemperie de las cunetas. Lo importante es crecer con identidad, sin permitir colonizarnos ideológica o culturalmente por corrientes de pensamiento y estilos de vidas que nos arrancan el alma a cambio de un espejismo de innovación.

El bombo con su música es estruendo en la noche para no dormirnos en los laureles conseguidos, para despertar del letargo de la resignación de que no podemos avanzar. Su retumbo es para sacudirnos de la modorra de los acostumbramientos de quedarnos pasivos, espectadores y pacientes de recetas que otros dictan o aplican. El bombo nos despabila del bostezo y aviva la esperanza de un nuevo amanecer. Fragor para mantener encendida la llama anhelante de la verdad que no transa y de la audacia que no claudica ante las injusticias, para no pactar con el mal ni aprobar lo deshonesto.

El tiempo que viene galopando con el bombo desde lejos, antes de don Francisco Aguirre, ha curtido la tierra y los rostros. épocas han fraguado sabiduría arcaica y en el umbral de la nueva ciudad, fundada hace 467 año, ha dado paso a otro tramo de nuevas síntesis que siguen regando el suelo y labrando su espíritu. Hoy estamos cruzando nuevos umbrales, algunos dicen que de este tiempo de coronavirus no saldremos iguales, tenemos la oportunidad de mejorar nuestra calidad humana. Adquirimos nuevos aprendizajes y experiencias que, si somos sensatos, podremos metabolizar para dar un nuevo paso adelante con la vivencia de los valores morales y éticos al servicio del bien común y de la amistad social.

Por los caminos andados de Santiago, tierra adentro, he visto polvaredas levantadas como olas y olfateado florecer de mistoles y algarrobas, he estado en huraños montes, he sudado con calores vehementes y vibrado con chachareras, vivencias y leyendas. Tierra de misterios, secretos y revelaciones que en el eco seco y sensual del bombo, expandido y contundente, penetra hasta la médula. Santiago no debe perder su encanto y ser semilla que en el viento se siembra en cada rincón de su territorio; ser brisa que cruce a otras orillas para extender su magia como desde esta Madre de Ciudades partieron las expediciones españolas que fundaron ciudades en todo el noroeste argentino.

El hacha en los quebrachales, golpe a golpe, fue abriendo claros; las tejedoras en su labor, hilo a hilo, fueron diseñando la trama; el rancho, ladrillo a ladrillo, se levanta para amparar la familia. Paso a paso, el pueblo santiagueño sigue escribiendo su historia con sangre, sudor, lágrimas, cantos y danzas. La historia de los vencedores y de los vencidos, de los héroes y de los anónimos, de los mediáticos y de los invisibilizados, de los ensombrecidos y los luminosos. Hasta que nos encontremos en una historia que contenga a todos y hagamos una sinfonía, como una gran marcha de los bombos, donde estamos todos implicados, donde nadie quede atrás ni ninguno afuera.

Tronco ahuecado, tientos y parche de cuero, el bombo espera lleno de aliento una mano amiga que saque de sus adentros su mejor redoble. Santiagueños y santiagueñas, con su mejor versión, entregaron su alma y su esfuerzo en servicio y expresión de amor. Una lista innumerable nutre este patio, pero solo mirar a la Mama Antula, Beata María Antonia, para medir hasta dónde puede llegar el espíritu cuando toma vuelo y no hay riendas que lo puedan sujetar, para pensar a lo grande, pensar en el país que queremos y nos merecemos. Hoy en la ciudad, la provincia, el país, necesitamos de esos dirigentes, profesionales, artistas, ciudadanos, trabajadores que son esenciales porque transforman su tarea cotidiana en ofrenda incondicional y total.

Abriendo la noche, borrando fronteras, con su corazón de bombo, camina la chacarera y este pueblo que, día a día, no baja los brazos y que sigue diciendo presente cuando las circunstancias son adversas, como sucede durante la pandemia que padecemos, y hace más manifiesto su mejor rostro: el de la solidaridad para con el prójimo sin distinción.

Santiago del Estero, es un pueblo de fe: mira al Apóstol y encuentra fuerzas; acude a Nuestra Señora de Sumampa y alcanza consuelo; camina al Cristo de Mailin y a la Madre del Monte, la Virgen de Huachana y cuenta con su protección; venera la cruz de Matará y se deja de nuevo evangelizar. En estas raíces espirituales nuestro pueblo halla fortaleza, salud y esperanza; es manantial de vida y mesa de comunión fraterna.

En esta conmemoración y celebración, elevamos nuestras oraciones al Padre Bueno, por el fin de esta pandemia, para que deje de sufrir la familia humana, y nos conceda el bienestar a todos los santiagueños para una convivencia en paz que se construye con espacios de diálogo respetuoso y participación responsable, con justicia, equidad y libertad.

Hoy lo sabemos más que nunca, estamos en manos de Dios, aun cuando lo hayamos corrido de escena ni lo mencionemos, aunque omitamos la dimensión más importante de todo ser humano que es su ser espiritual y trascendental. Así como deseamos pronto una vacuna o una salida, no dejemos de rogar a Dios para que nos asista con Su misericordia, ya que la salvación está en Sus manos.

¡Bendiciones y felicidades al gran pueblo santiagueño! l


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