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EL LIBERAL . El Evangelio

El que quiera seguirme que cargue su cruz y me siga

29/08/2020 23:41 El Evangelio
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El que quiera seguirme que cargue su cruz y me siga El que quiera seguirme que cargue su cruz y me siga

Mateo 16,21-27

En el Evangelio de Mateo, después de la Confesión de Pedro en Cesárea de Filipo, Jesús comenzó a manifestar a sus discípulos la necesidad de sus sufrimientos que coinciden con la creciente oposición de sus adversarios, pero que principalmente se debe a un “designio” de Dios perceptible desde la fe. Las condiciones históricas para que Jesús termine en la Cruz son reales, pero el realismo trasciende la historia y hunde sus raíces en el designio salvífico de Dios.

La participación del sanedrín de Jerusalén: ancianos, sacerdotes y escribas en la muerte de Jesús le da una significación ‘oficial”, pública y política al acontecimiento.

En este contexto de anuncio, Pedro como símbolo de la tentación mesiánica judía rechaza la pasión, no puede aceptar que la salvación conlleve implícitamente el sufrimiento y la muerte, está apegado a una imagen triunfalista de la misión de Cristo. Tentación de los discípulos de todos los tiempos: negar el sufrimiento, descartar la pasión y muerte de Cristo. Por eso, es comprensible, la dureza con que Jesús lo trata: “¡quítate de mi vista Satanás¡”.

Después de haber anunciado sus propios sufrimientos, el Cristo de Mateo llama a sus discípulos a seguirlo por el camino de la entrega: el negarse a sí mismo, cargar con la cruz y el perder o ganar su vida están ligados al seguimiento de Jesús. Es decir, Jesús no nos invita a realizar un camino de sufrimiento vano, para nada nos invita a realizar una experiencia masoquista, sino que nos anuncia que el seguimiento, de suyo, incluye el dolor, el rechazo y la persecución. ¿Por qué? Porque el discípulo, que tiene la misma misión que el maestro, sí es fiel, pasará por la misma experiencia del dolor y la cruz, el rechazo del mundo que no acepta la presencia y la voluntad de Dios. Se trata en definitiva de ‘renunciar’ a las falsas seguridades para centrar la vida en Jesús. Al discípulo sólo debe interesarle ‘agradar’ a Dios comprometiéndose con su causa.

El sentido de esta experiencia está en que el ‘hijo del hombre’ vendrá en su gloria y pagará a cada uno según su conducta, es decir, según hayamos dado testimonio o no ante el mundo que rechaza a Dios.

Conclusión

Confesar a Jesús como el Mesías e Hijo de Dios incluye el aceptar el misterio de la Cruz, no sólo como parte del designio de Dios para Jesús y los ‘suyos’ sino también como experiencia de rechazo del mundo. Por eso pretender ‘vaciar’ al cristianismo del sentido de la ‘cruz’ no sólo desdibuja la imagen de Cristo que se hizo hombre y compartió nuestra experiencia e historia humana sino que también nos hace insolidarios con los crucificados de nuestra historia. Este cometido de ciertas orientaciones cristianas liberales y burguesas ha ganado adeptos y se ha extendido en todo nuestro continente.

Se trata de un cristianismo evasivo, triunfalista, descomprometido de la realidad social del pueblo. Por eso, más que nunca, una opción de vida cristiana seria debe ayudar a los cristianos a recuperar el sentido de la Cruz, sobre todo haciéndose solidario con los crucificados, los estigmatizados de nuestra sociedad actual que excluye a los pobres, a las minorías raciales y de género. Recuperar el sentido de la Cruz significa recuperar el mensaje central del Evangelio para el cristianismo y para toda la humanidad. l


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