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La Madre Teresa de Calcuta, una santa para nuestro tiempo

04/09/2020 23:17 Opinión
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La Madre Teresa de Calcuta, una santa para nuestro tiempo La Madre Teresa de Calcuta, una santa para nuestro tiempo

El Papa Francisco nos dijo que la Madre Teresa de Calcuta es “un modelo de caridad que hizo visible el amor de Dios por los pobres y los enfermos”. Toda su vida estuvo rodeada de gestos de compasión para con los pobres y los enfermos, cuidándolos, alentándolos, llevándoles a Jesús, quién sana toda herida, con un ejemplo de austeridad y pobreza evangélica como pocas veces se vio. La fe en Jesús fue el motor de su magnífica obra, nadie puede amar con tanta convicción y actitud de servicio si Dios no está en su corazón. Ella decía: “el amor para que sea auténtico debe costarnos”. A pesar de su inteligencia y la elocuencia de sus palabras, Teresa hablaba más desde la vida, desde los hechos. Respecto al servicio a los pobres nos decía: “Hoy en día está de moda hablar de los pobres. Por desgracia no lo está hablarles a ellos”. Su cercanía las personas, su amor solícito, fue haciendo que cada vez más se visualizara en su vida, la misericordia de Jesús. Quién veía actuar a Teresa, veía a Jesús curando enfermos, amando a los desposeídos y lavando los pies a los discípulos.

Datos de su vida

Nació el 26 de agosto de 1910 en la actual Macedonia. Cuando tenía dieciocho años, en 1928, animada por el deseo de hacerse misionera, Gonxha, que era su nombre de Bautismo, ingresó en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocido como Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí recibió el nombre de Hermana María Teresa (por Santa Teresa de Lisieux).

En 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpetua convirtiéndose entonces, como ella misma dijo, en “esposa de Jesús” para “toda la eternidad”. En este tiempo se dedicó a la tarea educativa, llegando a ser directora de la escuela Santa María.

La Inspiración

El 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, la Madre Teresa fue “visitada” por Dios, y recibió su “inspiración,”. Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. Durante las sucesivas semanas y meses, mediante locuciones interiores y visiones, Jesús le reveló el deseo de su corazón de encontrar “víctimas de amor” que “irradiasen a las almas su amor”. “Ven y sé mi luz”, Jesús le suplicó. “No puedo ir solo”. Le reveló su dolor por el olvido de los pobres, su pena por la ignorancia que tenían de él y el deseo de ser amado por ellos. Le pidió a la Madre Teresa que fundase una congregación religiosa, Misioneras de la Caridad, dedicadas al servicio de los más pobres entre los pobres. Pasaron casi dos años de pruebas y discernimiento antes de que Madre Teresa recibiese el permiso para comenzar. El 17 de agosto de 1948 se vistió por primera vez con el sari blanco orlado de azul y atravesó las puertas de su amado convento de Loreto para entrar en el mundo de los pobres.

A partir de allí su vida fue una luz de esperanza para el mundo, una señal clara del amor de Dios, cercano y providente con sus hijos privilegiados: los pobres.

El 7 de octubre de 1950 fue establecida oficialmente en la Archidiócesis de Calcuta la nueva congregación de las Misioneras de la Caridad. Luego, abriría casa en varios lugares del mundo: Venezuela, Roma, Tanzania, Albania, cuba.

Para responder a las necesidades físicas y espirituales de los pobres, la Madre Teresa fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, en 1976 la rama contemplativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984 los Padres Misioneros de la Caridad. Luego, otros grupos de laicos que la ayudaron en su extraordinaria tarea.

Recibió numerosos premios: el Premio Indio Padmashri en 1962 y de modo mucho más notorio el Premio Nobel de la Paz en 1979: “para gloria de Dios y en nombre de los pobres”.

La dolorosa noche de su alma

Como suele pasar con muchos santos, la cercanía a Dios les produce un sentimiento de abandono y oscuridad que les hace recordar su indignidad y muchas veces pensar que no son amados por El. Paradojas de la vida espiritual: cuanto más cerca de Dios mayor conciencia de la limitación humana y la indignidad de los actos. Sólo en esa experiencia de fe se puede experimentar la “gratuidad” del amor de Dios y la necesidad de dar amor a los hermanos, también gratuitamente, “Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es él”.

Final de su vida

Durante los últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de salud, la Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de los pobres y de la Iglesia. En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo.

El 5 de septiembre, de ese mismo año murió, la santa más importante del siglo XX. Su tumba se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y oración para gente de toda clase social y cultura.

En los altares de la fe

Fue beatificada por San Juan Pablo II el 19 de octubre del 2003. Y canonizada 13 años después por el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro el 04 de septiembre del 2016.

Frases de la Madre Teresa que manifiestan su santidad

La palabra esta devaluada en estos tiempos. Muchas cosas se dicen, pero pocas se hacen. No caben dudas que en el caso de la Madre Teresa las palabras nacen de la transparencia de su corazón y la bondad de sus actos. Vivió como auténtica discípula de Jesús, por eso sus palabras, embellecen la obra grandiosa de su amor por El Señor y los pobres:

• El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.

• No es tanto lo que hacemos cuanto el amor que ponemos en lo que hacemos lo que agrada a Dios

• Jesús nos ha elegido para Sí; le pertenecemos. Tenemos que estar, pues, tan convencidos de dicha presencia, que no permitamos que nada, ni lo más insignificante, nos aparte de su posesión... de Su amor.

• La vida es un don maravilloso de Dios y ayudar a los pobres, material y espiritualmente, más que un deber es un privilegio; porque Jesús, Dios hecho hombre, nos ha asegurado: “Cuanto hagan a uno de estos pequeños, es a mí a quien lo hacen”.

• El servicio más grande que pueden hacer a alguien es conducirlo para que conozca a Jesús, para que lo escuche y lo siga; porque sólo Jesús puede satisfacer la sed de felicidad del corazón humano, para la que hemos sido creados.

• Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mí para que seamos su amor y su compasión por los pobres.

• No podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor.

• A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.

• La falta de amor es la mayor pobreza.


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